El shabat había pasado, la semana comenzaba y las mujeres que habían estado tan cerca de Jesús querían visitar la tumba, cumplir con la costumbre de llevar especies aromáticas para completar un proceso que había comenzado Nicodemo y era una especie de “embalsamamiento” de acuerdo a la tradición hebrea. Las mujeres fueron bien temprano a la mañana ya que por haber interrumpido el proceso el día de reposo corrían el riesgo de encontrarse con el cuerpo en descomposición.
No se dirigían al sepulcro con la esperanza de ver nada bueno ni agradable, por el contrario, ellas iban a golpearse nuevamente con la desgarradora imagen de ver a su maestro, su amigo, su esperanza… muerto. La principal preocupación ahora era saber cómo correrían la piedra que tapaba la tumba, que por cierto era muy grande y pesada. Tal vez especulaban con que algún soldado romano les haga el favor, aunque ellos no eran justamente famosos por hacer favores a los judíos.
Cuando llegan al lugar, lo que ven las desconcierta, los guardias no estaban y la piedra estaba removida. Los pensamientos se entremezclaban en sus cabezas, pero sabían que el problema de la piedra estaba resuelto así que llegaron y sin dudar ingresaron. El lugar, es una cueva, un lugar oscuro, en el cual normalmente se “respira muerte” pero, en este caso algo era diferente.
No veían el cuerpo, y no imaginaban lo que podría haber pasado, pero mientras trataban de resolver el enigma en sus mentes dos “personas” se les presentan. No sabemos en realidad su aspecto, pero la Biblia dice que tenían vestidos resplandecientes y que las mujeres se postraron. La pregunta es: ¿qué hicieron con el cadáver? La Respuesta: ¿Por qué buscan en una tumba a alguien que está vivo? ¡No está aquí, pues ha resucitado!
¡Qué momento glorioso! Recuperar multiplicadas en un instante todas las esperanzas. Cuántas emociones, sentimientos, pensamientos juntos… Sólo querían ir a la casa donde estaban los discípulos a contarles lo que habían visto. La muerte, se cambió en vida, la derrota en victoria, la desilusión en esperanza. Jesús está vivo.
Y hoy, sabemos que Él está con nosotros, y que su poder puede transformar cualquier situación de muerte y desesperanza en gloria y alegría. Hoy celebramos, porque Jesús Resucitó, y su plan sigue su curso original. Muy pronto, el volverá y nosotros también podremos ver que el plan de Dios sigue adelante.
“Señor Jesús, gracias por estar vivo, por haber triunfado sobre la muerte y darnos a través de ese triunfo, la seguridad que yo también soy más que vencedor en Tu Nombre. Señor, espero tu regreso y mientras tanto te pido la fuerza para poder seguir adelante haciendo tu voluntad. Tú vives, y tú vives en mí. Te doy muchas gracias”.