Son muchas nuestras aflicciones pero también muchos nuestros deseos de ser perfectos en todo para agradar a Aquél que nos llamó. En nuestro caminar nos podemos encontrar en los valles donde nuestro carácter, valores y servicio a Dios son puestos a pruebas. En medio de los cuales se abre la Caja de Pandora, aquellas cosas que tenemos guardadas y que no podíamos ver o no nos habíamos dado cuenta que existían en nuestros corazones.
¿Cuántas veces en medio de las tentaciones hemos fallado, hemos caído? En el desierto, en ocasiones, hemos perdido la fe. Todo esto que nos sucede es el aguijón que nos abofetea. Queremos hacer lo correcto y terminamos tomando las decisiones más fáciles y sencillas haciendo lo incorrecto una vez más. Estamos llenos de fortalezas pero también debilidades que nos hacen sentir en ocasiones inservibles para el llamado.
Algo que tenemos que tener en mente es que Dios te llamó sabiendo quién eres. “No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros, y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca; para que todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, él os lo dé” (Jn. 15:16). Él sabe y conoce cada pensamiento, sentimiento, debilidad y fortaleza. Pero al momento de llamarte a seguirle, Él no mira tu debilidad. Él te ve a través de Su Gracia. Él ve lo que Su poder puede hacer en ti, lo que Su amor puede cambiar en ti, lo que Su paciencia podrá esperar de ti. Nuestras debilidades permanecen pues es lo que nos garantiza que tendremos Gracia.
Si fuésemos perfectos no necesitaríamos Su perdón, restauración, redención ni Su gracia. Tenemos gracia porque somos débiles. Tenemos gracia porque somos pecadores. Eso nos diferencia de los ángeles. Ellos son santos, por eso su adoración a Dios es distinta a lo que nuestro corazón puede ofrecer. Una adoración que duele, que se sacrifica, que se sufre pero que se da en reconocimiento que solo Él se la merece por lo que hizo por nosotros.
Necesitamos depender diariamente de esa gracia. Bastarnos, llenarnos, porque Su gracia es más que suficiente para sostenerlos en medio de nuestras debilidades. Mira a la cruz, el sacrificio que provocó gracia sobre ti y sobre mí. Es todo y lo único que necesitamos para ser fuertes en Él.
“Señor vengo ante ti reconociendo que soy pecador. Que a veces estoy sin fuerzas para seguir y hasta de creer que lo puedo en ti. Soy tan imperfecto pero quiero bastarme de ti y de tu gracia. Entiendo que tu gracia es suficiente, no necesito nada más. Reconozco que la he recibido a través del sacrificio de Jesús en la cruz. Que a pesar de ser un pecador me elegiste para servirte y ser perfeccionado en tu amor. Gracias por ese amor inagotable que nos permite acercarnos a tu trono de la gracia para recibir misericordia y hallar la gracia que nos ayude en el momento que más la necesitamos”.