A veces emprendemos viajes por la vida que nos llevan a entender que hay hilos que nos conducen hacia diversos puntos del universo. Como dirigidos por una mano que se mueve con vehemencia para llevarnos a diferentes lugares. Esos imperceptibles hilos nos hacen caminar, mover los brazos, levantar los pies, girar la cabeza y le dan una apariencia viva a nuestros cuerpos que se mueven toscamente. ¿Esos hilos son una guía del creador de los muñecos o son una guía del Creador de la vida?
Cuando nos preguntamos hacia dónde vamos en la vida podemos ver muchas veces la mano de Dios que nos impulsa, nos marca el camino y nos acompaña a llegar a destino. Si tenemos propósito de Dios ya sus hilos no serán el del titiritero. Sino que serán los consejos del Padre Celestial para cada uno de nosotros.
El salmista dijo:
Ya que has puesto al Señor por tu refugio,
al Altísimo por tu protección,
ningún mal habrá de sobrevenirte,
ninguna calamidad llegará a tu hogar.
Porque él ordenará que sus ángeles
te cuiden en todos tus caminos.
Con sus propias manos te levantarán
para que no tropieces con piedra alguna.
(Salmos 91:9-12 NVI)
Cuando pensamos en títeres, solemos sonreír al recordar alguna bella obra donde los muñecos cobraron vida y nos identificamos con sus sentimientos, sus ocurrencias y sus pareceres… ¡y nos asemejamos! Pero nuestros hilos no los maneja un titiritero, sino el Dios de amor que nos guía hacia nuevos horizontes de bendición plena. Sin embargo, solemos creer que Dios es gruñón y malo, y nos dejamos llevar por el pensamiento que señala que no tenemos paz, ni libertad absoluta y que siempre estamos vigilados por un ser a lo gran hermano.
El Dios en quien yo creo no tiene nada que ver con esa imagen oscura. Todo lo contrario. Cuando voy a él encuentro libertad, y esa paz que tanto necesito. Al escudriñar en las Escrituras alcanzo a comprender que sus hilos no son más que buenas guías que me ayudan a seguir el camino. No existe nada que nos ate, ni si quiera esos hilos imaginarios si nos entregamos por completo a Jesucristo.
Puedo escuchar al evangelista argentino, Carlos Annacondia, predicar acerca de Juan 8:32: “…y conocerán la verdad, y la verdad los hará libres”. Carlos lo hace con tanta autoridad que estremece. Y quizás lo que más nos conmueve es la revelación divina de sabernos libres porque Jesucristo murió por nuestros pecados, y ya no hay cadenas, ni hilos que nos gobiernen. Sino que somos transformados y guiados por medio del Espíritu de Dios.
Hoy quiero que reflexiones acerca de esos hilos de los cuales Jesús te liberó cuando aceptaste que su muerte en la Cruz limpiara tu vida. Me encantaría que celebres junto a mi esa libertad que con tanto amor nos brinda nuestro Dios, para andar por la vida gozando de sabernos guiados por su inmenso amor. Y si sientes que hay opresión en tu vida repite conmigo esta oración y comienza a recibir la libertad que sólo en Cristo podemos tener.
“Señor y Padre Celestial. Te doy gracias por tu hijo Jesucristo dueño de mi libertad, quien se dio por mí sabiendo que no soy fiel. Te agradezco por entender que aquel acto de puro amor es el acto de pura libertad que jamás haya existido. Gracias por darme esa libertad plena y ayúdame a administrarla con amor, sabiduría e inteligencia. Quiero bendecirte, Padre, y ser un canal de bendición a otras personas y poder hablarles de esta libertad que me has regalado. La misma que ofreces a quien se acerque a tí. En el nombre de Jesús”.