El nacimiento de Jesús
El nacimiento de Jesús ocurrió así. Su madre, María, estaba comprometida para casarse con José. Antes de que disfrutaran de su noche de bodas, José descubrió que ella estaba embarazada. (Lo que sucedió por medio del Espíritu Santo, aunque él no lo sabía). José se sintió desilusionado, pero, como era un hombre noble, decidió resolver el asunto con discreción para que María no fuera deshonrada. Mientras trataba de encontrar una solución, tuvo un sueño. En este, un ángel de Dios le comunicó: «José, hijo de David, no dudes en casarte. María ha concebido por el Espíritu. El Espíritu Santo de Dios la ha embarazado. Traerá un hijo al mundo y —cuando eso ocurra— le pondrás el nombre Jesús, que significa “Dios salva”, porque salvará a su pueblo de sus pecados». Eso daría cumplimiento a la revelación inicial del profeta:
Estén atentos, una virgen quedará embarazada y dará a luz un hijo; Lo llamarán Emanuel» (en hebreo, «Dios está con nosotros»).
Entonces José se despertó. Hizo exactamente lo que el ángel de Dios le había ordenado en el sueño: se casó con María, pero no consumó el matrimonio hasta que ella tuvo el bebé, y llamó al niño Jesús.
Los sabios del Oriente
Luego del nacimiento de Jesús en la aldea de Belén, en el territorio de Judá (esto ocurrió durante el reinado de Herodes), llegó a Jerusalén un grupo de sabios del Oriente. Estos comenzaron a preguntar:
¿Dónde podemos encontrar y rendir homenaje al recién nacido rey de los judíos? Observamos una estrella en el cielo del Oriente que anunciaba su nacimiento y hemos venido a adorarlo.
Cuando Herodes supo lo que los sabios preguntaban, se aterrorizó; y no solo él, sino también la mayoría de Jerusalén. Herodes no perdió tiempo. Reunió a todos los jefes de los sacerdotes y maestros de la ley de la ciudad y les preguntó:
¿Dónde se supone que va a nacer el Mesías?
En Belén, territorio de Judá —le respondieron—. El profeta Miqueas lo escribió con claridad:
«Eres tú, Belén, en tierra de Judá,
que ya no serás la última.
De ti saldrá el líder
que pastoreará y gobernará a mi pueblo, mi Israel».
Herodes organizó entonces una reunión secreta con los sabios del Oriente y, tras fingir ser tan devoto como ellos, consiguió que le dijeran exactamente cuándo apareció la estrella que anunciaba el nacimiento. Después les contó la profecía sobre Belén y les dijo:
Vayan en busca de ese niño. No dejen un rincón sin averiguar. En cuanto lo encuentren, me avisan, para unirme inmediatamente a ustedes a adorarlo.
Siguiendo las instrucciones del rey, se pusieron en marcha. Entonces apareció de nuevo la estrella, la misma que habían visto en los cielos del Oriente. Esta los guio hasta que se detuvo sobre el lugar donde estaba el niño. Apenas pudieron contenerse. ¡Estaban en el lugar correcto! ¡Habían llegado en el momento preciso!
Entraron en la casa y vieron al niño en brazos de María, su madre. Sobrecogidos, se arrodillaron y lo adoraron. Luego abrieron su equipaje y le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra.
Luego, en un sueño, recibieron la advertencia de que no debían avisar a Herodes. Así que encontraron otra ruta, salieron del territorio sin ser vistos y regresaron a su país.
Cuando los sabios se fueron, el ángel de Dios apareció de nuevo en un sueño que tuvo José y le ordenó: «Levántate. Toma al niño con su madre y huye a Egipto. Quédate allí hasta nuevo aviso. Herodes está buscando al niño y quiere matarlo».
José obedeció. Se levantó, tomó al niño con su madre y escaparon al amparo de la noche. Al amanecer ya estaban fuera de la ciudad, camino a Egipto. Allí vivieron hasta que murió Herodes. Con ese exilio en Egipto se cumplió lo que Oseas había predicado: «Llamé a mi hijo de Egipto».
Cuando Herodes se dio cuenta de que los sabios lo habían engañado, se enfureció. Así que ordenó el asesinato de todos los niños menores de dos años que vivían en Belén y en sus alrededores. (Determinó esa edad a partir de la información que le proporcionaron los sabios). Fue entonces cuando se cumplió la revelación de Jeremías:
«¡Escuchen esto! Son lamentos que provienen de Ramá,
llantos desenfrenados y amargos.
Es Raquel que llora por sus hijos,
Raquel, que se niega a que la consuelen,
Sus hijos se han ido,
se han ido hace tiempo al exilio».
Más adelante, cuando Herodes murió, el ángel de Dios se le apareció en sueños a José en Egipto y le dijo: «Levántate, toma al niño con su madre y vuelve a Israel. Todos los que querían asesinarlo han muerto».
José obedeció. Se levantó, tomó al niño con su madre y regresó a Israel. No obstante, cuando se enteró de que Arquelao había sucedido a su padre —Herodes— como rey en Judea, tuvo miedo de ir allí. Entonces José recibió, en un sueño, la orden de ir a las colinas de Galilea. Al llegar, se instaló en un pueblo llamado Nazaret. Con eso se cumplieron las palabras proféticas que afirmaban: «Lo llamarán Nazareno».
(Mateo 1:18-2:23, Biblia El Mensaje, de inminente publicación en 2024 a través de Casa Creación).