La locura de esta sociedad nos lleva a estar todo el día corriendo, sin parar, de aquí para allá. ¿No sientes que durante el día están “tirando” de ti una y otra vez? Correos electrónicos, mensajes de WhatsApp, Teams o como se llamen, llamadas por teléfono o móvil y a veces hasta señales de humo, ¡ja!
Hoy, después de varias semanas intensas y movidas, decidí tomarme la tarde y descansar porque necesitaba parar. Estaba sintiendo que las diferentes responsabilidades de mi vida estaban empezando a ser una carga. Se apoderó de mí la ansiedad y veía de qué manera se me acumulaban las tareas y no podía terminar ninguna. Dejaba a medias todo. El cansancio se apoderaba de mí y estaba entrando en un bucle. Esta mañana mi cuerpo estalló, comencé a sentirme mal y tuve que ir al baño a vomitar. Perdona si soy tan explícita, quiero que puedas seguirme en la explicación para que lleguemos juntos a una conclusión.
Este episodio físico, me hizo reaccionar, me miré en el espejo y me encontré con una mujer desbordada, caótica. Respiré hondo varias veces, lloré un poco y alcé mi voz al cielo pidiéndole luz y guía a Dios. Me senté en el sofá y pude sentir el abrazo del Señor sobre mi vida que me decía: “Vengan a Mí todos los que están cansados y cargados, y yo los haré descansar. Tomen Mi yugo sobre ustedes y aprendan de Mí, que Yo soy manso y humilde de corazón, y hallarán descanso para su alma. Porque Mi yugo es fácil y Mi carga ligera”. (Mt. 11: 28-30). Y también: “La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón ni tenga miedo” (Jn. 14:26–27).
Las nubes que estaba sintiendo sobre mi cabeza comenzaban a disiparse. Tomé papel y lápiz para organizar mis tareas y responsabilidades. Luego, hablé con mi jefa y le dije que no podía aceptar un trabajo extra que me había dado el día anterior porque ya tenía bastante para hacer y no llegaba con todo.
También, llamé a una persona con la que había quedado para reunirme por la tarde, después de la oficina, y cancelé el encuentro, posponiéndolo para la semana siguiente. Por último, hablé con mi marido para decirle que necesitábamos tener un fin de semana de rélax, para nosotros, como familia y descansar. Lo agradeció, pues él me confesó que también está desbordado.
¿Sabes? A veces creemos que es imposible parar la máquina, que no se puede parar. Hoy necesité parar, reconocer que había que reacomodar las prioridades, decidí descansar para ponerme en primer lugar para cuidar de mi salud, buscando el descanso y ocio necesarios para el bienestar.
Hoy me reinicié, así como cuando tu computadora está dando fallas y tienes que darle al botón de reiniciar. Hice eso mismo, tomé decisiones para organizarme, cuidarme y luego reiniciar. Te invito a que tomes unos momentos para reflexionar a solas y pienses cómo te sientes: ¿cansado, desmotivado, caótico, sin paz? Y vas a ver que el Espíritu Santo va a empezar a manifestarse dándote paciencia, mansedumbre, templanza y todos los frutos que necesitas para vivir abundantemente.
Esta vida abundante no se refiere a una vida llena de eventos y exceso de trabajo. Esta invitacion es a una vida equilibrada y sana. Busquemos cada día la guía de nuestro Señor para no llegar a pasarnos del límite. Y si te pasa como a mí, que te cuesta y se te va de las manos, quiero que sepas que no pasa nada, no tengas miedo. Se puede reiniciar y volver a empezar. Dios con y en nosotros. Gracias, Señor porque no estamos solos.
“Señor, ayúdame a reiniciarme. Que no me deje atropellar por el exceso de actividades, pensando o suponiendo que de eso se trata la vida. Dame sabiduría para organizar mi agenda, mis prioridades, el tiempo que le brindo a mi familia, a la iglesia, a mí mismo, a Ti, por sobre todas las cosas”.