Los números redondos siempre marcan ciclos importantes. Y cuando ese número es de tres cifras, es porque se está ante algo de gran envergadura y manifiesta una constancia en la tarea.
El caso de la iglesia Cristo Para Todos (nacida hace un siglo bajo el nombre de Primera Iglesia Bautista de Adrogué) es emblemático, y no sólo por el desarrollo de su tarea religiosa, sino por la importancia de su trabajo evangelístico y social.
La historia se remonta a 1922, teniendo sus orígenes en una pequeña casa de la calle Canale, a metros de las vías del ferrocarril, para luego ir trasladándose a espacios más abarcativos, que desembocaron a principios de los años ’30 en un bonito templo ubicado en la calle Diagonal Brown. La portada del mismo llevaba el nombre Templo Evangélico Bautista. En la Asociación Bautista, en tanto, se la registraba como Primera Iglesia Bautista de Adrogué.
Si de nombres se trata, el del misionero neocelandés, Robert Elder no puede faltar, dado que fue quien fundó aquella primera casa que luego se transformó en iglesia. Su arduo trabajo, y el de su familia, que lo acompañó en esta obra misionera, dio sus frutos, y tuvo su continuidad a través de los pastorados de Tudor Morris, Juan Marsili, Francisco Soma, Mateo Kron, Daniel Gaydou, Andrés Gleis y Esteban Schleret. Este último, pastoreó hasta 1974, en que comenzaría una etapa de transformación y crecimiento clave en la congregación.
Desembarcaba para ese entonces el pastor Eduardo Lorenzo, con su familia, para tomar posesión de una congregación que tenía la difícil tarea de llevar a Cristo a una ciudad que pretendía no necesitarlo. Lorenzo fue el instrumento que Dios usó para llevar a esta congregación una renovación espiritual y estructural, que tuvo como corolario la puesta de un nombre que simbolizaría el perfil de la iglesia: Cristo Para Todos. Con la vocación y el deseo de transmitir el mensaje del evangelio a toda la ciudad.
Aquellos años de afianzamiento en la zona sirvieron para experimentar un notable crecimiento, no sólo en la cantidad de concurrentes, sino en aquellas vivencias que Dios les iba regalando, quizás a modo de preparación para lo que se vendría. El despertar espiritual a nuevas experiencias a las que la iglesia de ese entonces no estaba acostumbrada, fue una constante. Desde la compra del cine ubicado en el centro de la ciudad y, tras su incendio, el definitivo traslado al auditorio de la calle Bouchard 1020, lugar que puede albergar el doble de gente, además del resto de las actividades vernáculas de la iglesia.
Cristo Para Todos se caracterizó por ejercer una gran influencia en la sociedad adroguense, a fuerza de acciones concretas que llevaron –y llevan- bienestar a las personas de la comunidad. En dialogo con Vida Cristiana, Bernardo Affranchino, quien pastorea desde 2011, pero que forma parte del cuerpo pastoral desde hace treinta años, detalló sobre la variedad de labor social de la iglesia en servicio de cada persona de la ciudad: “Con respecto a las actividades sociales contamos con los programas: ‘Permitido abrazar’, ‘Jesús es mi abrigo’, ‘El Semillero’, el programa de recuperación de personas con adicciones, el de acompañamiento a mamás embarazadas, ‘Lo que usted no usa alguien lo necesita’, la campaña ‘Sí o no’ y el programa de formación y capacitación”.
Esto, solo en materia de acción social, ya que CPT tiene en su ADN un marcado compromiso con la evangelización. El método de “pesca”, tal como lo llaman al acto evangelizador en las calles, ha sido una marca registrada desde hace más de dos décadas, atrayendo hacia Jesús a innumerable cantidad de gente que fue poblando no solo la propia congregación, sino las iglesias vecinas. Como decía el pastor Lorenzo frecuentemente: “No quiero que llenen esta iglesia de gente; quiero que llenen la ciudad de cristianos”. Y así lo ha hecho esta congregación, obediente al llamado y a su vocación evangelizadora.
El Siglo XXI trajo nuevos desafíos, que fueron atendidos por la grey. La incursión en la vida social de la ciudad ha generado que las propias autoridades municipales pusieran especial atención y recurrieran, en varias ocasiones, a los servicios de la iglesia para aquellas labores en las que el Estado necesitaba un puntal para el desarrollo de algunas tareas. Las instalaciones de Cristo Para Todos han servido para jornadas de vacunación, de donación de sangre, de charlas y capacitaciones de diversa índole y otras propuestas gubernamentales, como así también de entrega de medallas de egresados de algunos colegios de la ciudad. Hasta fue centro de internación de pacientes leves durante la pandemia y de distribución de alimentos de un programa nacional llevado a cabo por diversas entidades sociales y empresariales.
El accionar durante la pandemia tiene un capítulo aparte. En ese tiempo CPT fortaleció esta tarea social, llevándola a una escala impensada aún por su propio liderazgo. Los programas “Permitido abrazar”, “El Semillero” y “Jesús es mi abrigo” fueron un emblema en estos últimos años, siendo un oasis en el desierto de desesperación de muchas familias que se encontraron sin nada de la noche a la mañana. La iglesia venía con otros programas de acción social como “Lo que usted no usa”, donde se concientizaba a la gente de soltar aquellos bienes materiales a los que ya no les daba uso para donarlos a personas que sí los necesitaban. La tarea de recuperación de adictos también es otra acción que ya lleva décadas y con resultados sorprendentes de personas que llegaban sumidas en las drogas y que hoy cuentan su testimonio de cómo Dios y el trabajo de una iglesia presente ayudaron a que la adicción quedara en el pasado.
Hoy, a cien años de su fundación, los festejos se desarrollaron sin tanta estridencia. No obstante, la fecha no pasó inadvertida. Durante varios días, y aprovechando la ocasión, la congregación tuvo sus noches de celebración en el auditorio, pero también se movió en las calles testificando de Cristo, ejerciendo así el modo en que esta iglesia mejor sabe hacer las cosas: evangelizando.