La resurrección de Jesús es la prueba más importante de la veracidad de la fe cristiana. La resurrección apoya la inspiración divina y la confiabilidad de las Escrituras, y no a la inversa. He visto personas que han caído en una crisis de fe al descubrir una dificultad que las Escrituras no puedan explicar. La lista de dificultades que los críticos pueden inventar es bastante larga. Aunque la mayoría de ellas se puede resolver aplicando paciente y objetivamente la ley de la no contradicción, o simplemente recurriendo al uso de la ley del sentido común, nuestra fe no se puede poner en pausa hasta que dichos problemas sean resueltos. El cristianismo creció porque los apóstoles predicaron que Cristo había sido levantado de entre los muertos, en cumplimiento de lo dicho por los profetas hebreos. Su muerte satisfizo las demandas de justicia cuando se rompe la Ley de Dios, y la vida perfecta de Jesús lo calificó para ser el Cordero de Dios, el sacrificio sin mancha ni mácula. Los evangelios del Nuevo Testamento y las cartas de Pablo no se escribirían por casi dos décadas, sin embargo, la iglesia creció rápida y dramáticamente durante ese lapso de tiempo. El núcleo central de su mensaje fue la veracidad de la resurrección. Aunque defender la autoridad de las Escrituras que es una tarea noble y necesaria, no debemos ir más allá de lo que las mismas Escrituras dicen acerca del contenido de la presentación central del evangelio.
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