Mi abuela era ¡impresionante! Sentía por ella un intenso amor, teñido de respeto y admiración. Me encantaba verla cuando salía al porche al caer la tarde para su tiempo de lectura. En una mano su bastón, en la otra su Biblia, la cual transportaba con tal devoción que, más que portarla, parecía abrazarla. Su cabello blanco era reflejo de un alma más blanca todavía. Varias veces me dio la impresión de que cuando ella salía al porche, Dios salía de su mano. ¡Y cantaba durante todo el día! No lo hacía muy bien, pero ponía tanto cariño al entonar que al final acababa gustándote. Y cuando guisaba lo hacía con una tranquilidad asombrosa, ¡siempre a fuego lento!
Read more: Caminar con mesura y prudencia