Cuando empecé a ministrar en el año 1999, estaba muy nervioso. No pensaba que pudiera hacerlo. Todas las voces me decían: “Joel, mejor si no vas allí, frente a la gente. Te vas a poner en ridículo. No vas a saber qué decir. Nadie te va a escuchar”. Al enemigo le habría encantado mantenerme en mi capullo, teniendo esos pensamientos agusanados. Él no quiere que usted o yo salgamos y volemos y llevemos una vida de vencedores. Él quiere que luchemos, seamos inseguros, agobiados por las adicciones y los malos hábitos. Todo empieza en nuestra mente. Si él puede controlar nuestros pensamientos, puede controlar toda nuestra vida.
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