
La primera vez que descubrí el plan para alcanzar el éxito, no hacía mucho que era cristiana. A pesar de que sólo tenía veintiocho años, que sólo hacía ocho años que me había casado con Jim y que era una madre que se esforzaba por enseñar a dos hijas de edad preescolar, no sabía nada acerca de los caminos de Dios o sus definiciones del éxito. Prácticamente, todo lo que había experimentado era todo lo contrario al éxito. Conocía bien lo que significaba vivir y sentir el fracaso.
Afortunadamente, y por la gracia de Dios, acepté a Jesús como mi Dios y Salvador. Después, con la guía de cristianos maduros, comencé de inmediato a memorizar los versículos de la Biblia. El segundo versículo (o versículos en este caso) que aprendí de memoria fue Josué 1:8-9. Lo escribí en un cuaderno pequeño en forma de espiral y lo apoyé sobre el alféizar que está encima del fregadero de mi cocina. Me llevó semanas enteras aprenderlo, sí, ¡semanas! De hecho, casi tardé un mes en memorizarlo, pero, ¡oh, qué pasaje tan estupendo! Lee de nuevo el versículo 8 y te darás cuenta de por qué tardé tanto. Este versículo es la receta del éxito de Dios.
--Tomado del libro Sigue a Dios con todo tu corazón, de Elizabeth George. Una publicación de Editorial Portavoz. Usado con permiso.