“Escúchenme, costas lejanas, oigan esto, naciones distantes: El Señor me llamó antes de que yo naciera, en el vientre de mi madre pronunció mi nombre. Hizo de mi boca una espada afilada, y me escondió en la sombra de su mano; me convirtió en una flecha pulida, y me escondió en su aljaba. Me dijo: Israel, tú eres mi siervo; en ti seré glorificado” (Isaías 49:1-3).
Potencial es aquello que todavía no se ha manifestado, pero que puede llegar a ser o a manifestarse en el futuro. Es ese poder o capacidad que todavía no se ha puesto en funcionamiento, que aún no ha aflorado. Está en estado latente.
Los pasajes citados nos hablan de nuestra formación en el vientre materno. ¡Qué maravilloso es saber que Dios nos formó y nos vio desarrollar desde el vientre de nuestra madre! Ese bebé que todavía no ha salido a la vida fuera del vientre materno es potencial en la máxima expresión: “todos mis días se estaban diseñando, aunque no existía uno solo de ellos”. Lo extraordinario que nos revelan estos pasajes y que necesitamos entender es que el Señor nos hizo nacer con todo el “equipamiento” que íbamos a necesitar para desarrollar nuestras vidas. Ya está todo dentro nuestro desde el primer día.
Entonces, si Dios ya me dio todo lo que necesito para vivir una vida abundante y con propósito, lo que preciso es pedirle que me ayude a descubrir todo la que ya me dio y empezar a utilizarlo, a desarrollarlo y dejar que se manifieste. Que pase del plano de lo potencial, de la posibilidad, de lo que puede llegar a ser, a que se manifieste, a que finalmente suceda y sea realidad. Eso es activar el potencial.
Según el pasaje de Isaías 49, Dios nos creó y nos dio identidad desde antes de nacer, “en el vientre de mi madre pronunció mi nombre”. A cada uno le dio una capacidad única de comunicarse y ser influencia a través de las palabras. “Hizo de mi boca una espada afilada”. Y nos dio características especiales para alcanzar un propósito particular: “me convirtió en una flecha pulida”. Además, contamos con su protección en todo proceso que vivamos, “me escondió en la sombra de su mano”. Cuando entendemos y creemos esto, entonces comenzamos a descubrir esas cosas de las que Dios ya nos dotó y al descubrirlas podemos tomar el desafío de activarlas, vivirlas, experimentarlas. Que pasen de ser una promesa a ser una realidad, entonces nos convertimos en siervos que llevan gloria a su Señor. “Me dijo: Israel, tú eres mi siervo; en ti seré glorificado”.
Así como una semilla que tiene el potencial de convertirse en un árbol, pero que sólo lo será si es plantada, regada y cuidada, sino seguirá siendo solamente una semilla; así también nuestro potencial corre el peligro de quedar siempre en estado latente, pudiendo ser. Es nuestra responsabilidad activar nuestro potencial. Ya nos fue dado y nos toca a nosotros llevarlo al plano de la práctica, soltarlo, desarrollarlo, hacerlo florecer.
Toma esta palabra para descubrir y activar todo el potencial de Dios que hay en ti: “Porque somos hechura de Dios, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios dispuso de antemano a fin de que las pongamos en práctica” (Efesios 2:10).
Has sido creado por Dios para buenas obras. Pídele a tu Padre Celestial que te revele cuáles son esas buenas obras y cuáles son las herramientas y capacidades que te dio para llevarlas a cabo (potencial) y comienza a ponerlas en práctica (¡activar!).