La ansiedad es una emoción básica con la que todos nacemos y a la vez es adaptativa, ya que nos ayuda a enfrentar o escapar de situaciones en las que identificamos que existe un daño o peligro potencial. También puede aparecer cuando sentimos que estamos siendo juzgados.
Es normal que todos nos sintamos con algo de ansiedad cuando notamos que los demás nos están evaluando, pero si esta sensación es muy intensa o si ocurre de manera muy repetitiva, puede interferir en nuestras relaciones con otras personas, en el desarrollo de nuestros ministerios y hasta en la forma en que nos vemos a nosotros mismos.
El temor a ser juzgados puede llevarnos a proyectar vidas perfectas que no existen en realidad, cuando la calidad de nuestra vida debe basarse en lo que está sucediendo dentro de nosotros
y no en lo que se refleja en el exterior. La mayoría de las personas pueden sentirse incómodas si se consideran juzgadas por otros. Conocer gente nueva, hablar ante grandes grupos, realizar una entrevista de trabajo o asumir un nuevo cargo en la iglesia son situaciones en las que enfrentamos una evaluación estándar que pueden generarnos cierto grado de ansiedad.
El temor a ser juzgado por los demás se llama sociofobia o fobia social. Esta es una forma de ansiedad social en la que la persona experimenta un miedo intenso y persistente a situaciones sociales o de desempeño donde pueda ser observada y evaluada por otros. Tal fobia puede llevar a la evitación de situaciones sociales y causar un impacto significativo en la vida cotidiana
de la persona.
Muchas personas experimentan temor a ser juzgadas en algún momento de sus vidas. Este miedo puede variar en intensidad, desde una ligera incomodidad hasta una ansiedad paralizante que afecta el funcionamiento diario. Es importante poner en práctica la aceptación de uno mismo y la autoconfianza para que actúen como motores en nuestras vidas a la hora de enfrentar los juicios que otras personas hacen de nosotros.
Vivimos en un mundo en el que la imagen y la apariencia son tremendamente importantes. Hay una tendencia a querer mostrar ante los demás lo bien que nos van las cosas, lo exitosos que somos o lo intrépida que es nuestra vida, aunque luego se trate de solo eso: apariencias. Esto no solo ocurre en las redes sociales, sino también en las conversaciones y otros escenarios de la vida.
¡Resulta maravilloso ser genuinos, transparentes y no tener que disimular nuestra humanidad ni vulnerabilidad por temor a ser juzgados! ¡Esto es lo que significa ser libres! La aceptación de uno mismo, con todas nuestras fortalezas y debilidades, nos permite enfrentar el juicio de los demás sin temor. Reconocer y aceptar nuestras imperfecciones nos fortalece emocional y espiritualmente. La confianza en nuestras capacidades y decisiones nos da la seguridad necesaria para no dejarnos afectar por las opiniones ajenas. Cuando estamos seguros de quiénes somos y de nuestras acciones, el juicio externo pierde poder sobre nosotros. Más bien, las opiniones de otros, cuando se reciben con una mentalidad abierta, pueden ser una fuente de retroalimentación valiosa. Hay críticas que pueden resultar muy constructivas, pues nos ofrecen una perspectiva externa que puede ayudarnos a mejorar y crecer al brindarnos una oportunidad
de aprendizaje. Además, enfrentar y superar el miedo al juicio fortalece nuestra resiliencia emocional.
No permitas que el juicio de los demás sobre ti:
• Te robe el gozo.
• Te haga sentir culpable.
• Te quite la paz.
• Haga que su toxicidad te envenene el alma.
• Te arrebate tu dignidad.
• Te limite.
• Te quebrante hasta romperte.
• Te defina.
• Te disminuya.
• Te destruya.
Ama, perdona y sigue hacia adelante.
Tomado del libro “No temas”, de Lis Milland, de reciente aparición. “No temas” es un producto de Casa Creación.