Hace unos días tuve una experiencia nueva en un avión. Paso gran parte del tiempo volando, pero lo que les contaré nunca lo había vivido. Me encontraba viajando de San Juan, Puerto Rico, hacia Bogotá, Colombia. Al otro día tenía tres ponencias frente a distribuidores de libros y libreros en este hermoso país. De pronto, de forma inesperada, tuvimos que hacer una escala forzosa en Cartagena debido a que una señora que estaba dos filas detrás de mí comenzó a gritar y quejarse por un fuerte dolor de estómago, lo cual retrasó el vuelo por casi tres horas. La señora fue bajada del avión en camilla y trasladada a un hospital. Sentí mucha compasión por ella, ya que era puertorriqueña y estaba viajando sola, lo que me hizo pensar en lo difícil que debía ser llegar a una ciudad desconocida con una emergencia médica y sin nadie cercano que la apoyara. Por mi parte, pude llegar a tiempo y cumplir con mis compromisos en Colombia, pero otros tripulantes perdieron sus vuelos de conexión para llegar a sus destinos. Fui testigo de cuánta ansiedad generó toda esta situación en las personas.
Curiosamente, esta memoria que acabas de leer la escribí en el aeropuerto de Cincinnati mientras esperaba un vuelo para regresar a Puerto Rico. De hecho, en estos precisos momentos estoy escribiendo durante ese vuelo, que también fue atrasado y desviado porque una persona tuvo una emergencia médica.
En la vida pueden sucedernos cosas inesperadas. En ocasiones, más de una vez enfrentamos situaciones parecidas. ¿Te ha ocurrido? Como seres humanos no tenemos el control de todo lo que nos ocurre. Sin embargo, hay algo muy importante que podemos controlar, y es nuestra actitud ante lo inesperado.
Lo inesperado de la vida puede causarnos sentimientos de tristeza, incertidumbre, preguntas para las que no tenemos respuestas y crisis de fe. ¿Cómo podemos superar esos tiempos difíciles? ¿Cómo podemos descansar en Dios en las circunstancias donde parece que la vida se nos viene abajo? Desde una perspectiva psicológica, los sucesos inesperados pueden desencadenar una amplia gama de respuestas emocionales y cognitivas. Algunas personas experimentan sorpresa, confusión o incluso miedo cuando se enfrentan a lo inesperado, mientras que otras son capaces de adaptarse rápidamente y encontrar soluciones creativas.
Cuando los diferentes campos que estudian la conducta humana exploran el ámbito de lo inesperado, descubren cómo las experiencias pasadas, las creencias y las expectativas influyen en la manera en que cada individuo maneja las situaciones imprevistas. Algunos estudios sugieren que las personas con una mayor capacidad para aceptar lo inesperado tienden a adaptarse mejor a los cambios no esperados en comparación con aquellas que prefieren estructuras y rutinas predecibles.
En lo que a mí respecta, he atravesado por momentos inesperados en los que he sabido sin lugar a duda que el Señor ha luchado conmigo y por mí. Si me hubieran dado a escoger, habría preferido no vivir ninguna de esas situaciones, pero son las que más me han enseñado sobre el carácter de Dios, permitiéndome descubrir cómo hace las cosas y aprender a confiar en él en los escenarios de lo inesperado.
A lo largo del camino he descubierto que a Dios no le sorprenden mis circunstancias, sino que ha permitido todas, y lo sigue haciendo, con un propósito. Él me conoce y me ama profundamente. Y lo que podría haber sido inesperado para mí formaba parte de su plan perfecto, en el que no hay fallas.
Tomado del libro “No temas”, de Lis Milland, de reciente aparición. “No temas” es un producto de Casa Creación.