¿Alguna vez has escuchado hablar de “un partido de detalles”? Es una frase que usan jugadores y directores técnicos de fútbol antes o después de un partido clave. Cuando los equipos que se enfrentan son muy parejos o competitivos, son los detalles los que terminan haciendo la diferencia. Son esos detalles que se escapan a lo que la táctica o estrategia puede prever y terminan inclinando la cancha a favor de un equipo u otro.
El versículo que elegí es el cierre de una larga lista de instrucciones que Dios transmite al pueblo de Israel a través de Moisés para la construcción del santuario y a la familia de Leví desde Éxodo 25 y que continúan a lo largo de Números. En realidad, hay muchos más, que hablan de la relación entre el pueblo de Israel y Dios y también normas de convivencia.
Pero quiero detenerme en los “detalles”. Como diseñador, me llama mucho la atención la precisión con la que Dios instruye a Moisés sobre la construcción, mantenimiento y transporte del santuario. Dios no dio instrucciones generales o vagas. No dijo: “Hagan una carpa con cualquier tela y del color que prefieran, vístanse con lo que encuentren, coloquen una mesa y ofrezcan sacrificios”. ¡No! Dio instrucciones específicas para cada elemento: el cofre, la mesa, el candelabro, las cortinas, el altar, el patio, el aceite, las vestiduras de los sacerdotes, qué ofrendar y qué no, y una larga lista de etcéteras. Todo bien detallado con telas, colores y ¡hasta medidas!
Si bien, gracias a la obra redentora de Jesús ya no vivimos bajo la ley, creo que a Dios todavía le importan los “detalles”. Y es a través de Jesús que comienza otra “lista” acaso más desafiante de cumplir que los ritos de la ley, que empieza con el “amar al otro como a uno mismo” (Mateo 22:39). Es un mandamiento de Jesús para todos y todas. Para cada día y para cada oportunidad de demostrar ese amor. No hace falta ser levita, pastor ni súper apóstol para cumplirlo e incluye todas las pequeñas acciones que pueden marcar una diferencia en nuestras relaciones y amistades.
Así que, al planear nuestra “estrategia” para enfrentar el año, reflexionemos sobre las jugadas que solemos hacer de manera repetida. Revisemos las buenas jugadas y, sobre todo, las malas. Salgamos del piloto automático y busquemos las que rompen el libreto, las inesperadas, las que sorprenden para bien.
No dejemos ningún hueco para que ataque el enemigo y reforcemos la defensa dedicando más tiempo a la oración. Apliquemos marca personal con quienes más lo necesitan. Redoblemos el entrenamiento para estar ágiles de mente y espíritu, leyendo más la Palabra. Pongamos especial cuidado y atención a los detalles, porque son los que convierten las pequeñas acciones en grandes resultados.
“Querido Dios, enfrento confiado el partido que juego cada día de este año, porque estás conmigo. Dame sabiduría para entrenar fuerte en tí y desactivar las tácticas del enemigo”.