Hace pocas semanas, un multitudinario acto evangélico al pie del Monumento a la Bandera, uno de los emblemáticos espacios públicos de Rosario, contó con la presencia del gobernador de la Provincia de Santa Fe, Maximiliano Pullaro, quien reconoció públicamente la labor de la iglesia como factor fundamental para que la ciudad de Rosario vea descender esos números aterradores de crímenes y violencia. “Cuando asumí le pedí a Dios que esta ciudad pudiese cambiar y desde ese día tuvimos el respaldo de los cristianos en cada barrio”, fue lo primero que pronunció el gobernador cuando le dieron el palco ante una multitud evangélica. Pero no se detuvo ahí, sino que dio unas sensibles palabras que muestran a un gobernante que entendió que solo de la mano de Dios se puede salir de realidades adversas, más allá de cuestiones meramente políticas o económicas. Y redobló la apuesta al pedir a la iglesia que “siga evangelizando cada rincón de la provincia”.
Y en el medio de ese mar de pastores que pueblan las calles de Rosario llevando las buenas nuevas, emerge la figura de David Sensini, y no es casual dado que proviene de una familia de pastores que hace más de 30 años viene realizando, casi en soledad, esta tarea, no solo en los poblados marginales donde la droga es moneda corriente, sino que supieron internarse en el oscuro mundo de las prisiones, llevando una palabra de esperanza a personas que, en muchos casos, saben que no saldrán más de allí.
En diálogo con Vida Cristiana, David Sensini cuenta aquellos inicios del trabajo carcelario junto a su padre: “Que el diario La Nación visibilice el trabajo que venimos haciendo como iglesia en Rosario fue algo extraordinario, y que me hayan considerado como una de las 24 personas más influyentes, lo fue aún más. Hubo varios sucesos en los últimos años que hicieron que lográramos cierta notoriedad, pero el más reciente fue el que causó mayor impacto. El verano pasado, tras el asesinato del colectivero de Rosario, el sicario al que le encomendaron el crimen y que era muy buscado por la policía, se entregó en la iglesia que pastoreo. Eso desató una noticia muy fuerte que fue recogida por los principales medios de comunicación, que destacaban el insólito rol de un pastor que convence a un criminal de entregarse a la justicia. Esto trajo aparejado otra serie de noticias como cuando pudimos acceder al gobernador para hablarle sobre la guerra espiritual desatada en nuestra ciudad”.
¿Qué pasó por su mente, siendo joven, al ver la preocupación de su padre por aquellas personas privadas de su libertad?
Primero estaba muy enojado con mi papá, con la iglesia y con Dios, porque decía que mi papá pasaba más tiempo con los presos que con nosotros. Pero era mentira, porque papá sí pasaba tiempo con la familia, pero muchas veces nosotros miramos solo el amor de nuestra familia como una competencia, y no es así porque fuimos llamados como familia servirle a Dios. Al principio fue una lucha para mí, pero cuando logré entender esa vocación, accedí a servir a Dios junto con mi familia, especialmente con mi padre, en los lugares más vulnerables.
“El primer sermón que di fue dentro de la cárcel. Fue todo un desafío para mí”
¿Cómo vivió su primera visita a una cárcel? ¿Qué historias recuerda inmediatamente cuando hace ese flashback que lo lleva a sus primeros días en el ministerio carcelario?
Fue muy fuerte, yo era apenas un adolescente. Mi papá fue a visitar la cárcel de Coronda, que fue donde mi abuelo estuvo preso. Papá me relataba esa historia y yo tenía la curiosidad sobre lo que pasaba dentro de una celda. Yo era muy joven y con mucho miedo, tuve la oportunidad de dar una palabra a los internos. Y lo hice. Fue todo un desafío para mí porque fue el primer sermón que di, y lo hice dentro de la cárcel.
He visto muchas historias fuertes dentro de la cárcel, gente cortándose, dañándose. Pero una cosa que siempre me llamó la atención era cuando mi padre tenía la oportunidad de sacar a los presos que tenían salidas transitorias, muchos de los cuales no tenían donde ir. Mi papá, entonces, los llevaba a mi casa y fue una experiencia fuerte. Yo no entendía por qué mi papá lo hacía, pero hoy comprendo que era el amor que tenía por esas personas y su preocupación porque no vuelva a caer.
¿Tuvo ganas de abandonar alguna vez, especialmente al ver el avance del narcotráfico y la escalada de violencia en la ciudad?
Nunca se cruzó por la cabeza abandonar porque nunca hice esto para pedir nada a cambio o para medir resultados. Hoy uno ve esos resultados como fruto del trabajo de tantos años, pero no es la meta, nunca miro eso. Siempre fue por amor, siempre vi a mi padre ir cada semana, sin poner excusas. Y lo lindo fue que Dios nos ponía personas específicas que luego se convirtieron en líderes dentro de la cárcel para continuar la tarea en el día a día, luego que nosotros nos íbamos de allí.
Actualmente cuentan con un gobernador que le ha dado un guiño importante a la iglesia evangélica y resaltado el trabajo que hace en la comunidad. ¿Cómo hace para separar las acciones de gobierno con el trabajo social de la iglesia, y evitar que a la gente le llegue un mensaje confuso?
Contamos con un gobernador que, más que un guiño, puso su mirada en nuestro trabajo. Eso me llamó la atención desde el primer día. Siempre preguntó y eso es bueno, consultarle a la iglesia, a los pastores, a los que hacen el trabajo en los lugares más vulnerables, preguntando a quienes llevamos tiempo desde adentro. Nunca la iglesia necesita al Estado, pero sí el Estado necesita a la iglesia, entonces el trabajo en el que el gobernador puso su vista es el fruto de años de trabajo. Por supuesto que contar con la gran ayuda del diputado y pastor Walter Ghione como contacto allí dentro del corazón de la política local, fue muy importante. Pero recalco la idea de que el Estado y la Iglesia deben estar separados en cuanto a sus intereses, pero que el Estado sí necesita a la Iglesia, más que nada, consultarle cómo es que la Iglesia hace ese trabajo que, muchas veces, el Estado no puede hacer.
Yo creo que será un año donde la iglesia va a ser más protagonista que nunca en todo el país.
¿Qué análisis hace de este año que se termina en relación a las cifras que se conocieron sobre el descenso del índice de crímenes en su ciudad? ¿Qué grado de protagonismo considera que tuvo la iglesia en esto?
Es impresionante cómo Dios se movió y puso a la iglesia como protagonista. No solo es trabajar con el delincuente, sino con la familia. Nosotros estuvimos con la madre de un chico que cayó en la droga y, consecuentemente, a delinquir. Y una madre se pregunta por qué un chico de 11, 12, 13 años puede caer en la droga, como la mamá del sicario del que hablé hace un rato. Su hijo entró en el mundo de las drogas desde muy adolescente y tuvimos la oportunidad de estar y hablar con ella. Allí es donde vemos que la Iglesia acompaña a hermanos, hijos, padres, abuelos, nietos, muchos seres queridos a quienes se pueda evangelizar con la Palabra de Dios y transformar a la gente más necesitada.
¿Cuál es su deseo para este 2025 que se avecina?
Bueno, mi deseo es que la sociedad entienda que tiene que ser libre del espíritu de estupor (Romanos 11:8). Ojos que no ven, oídos que no oyen hasta el día de hoy. Es un problema cuando hay ceguera espiritual. Es un problema cuando no tenemos oídos para oír, ojos para ver… es como muy difícil que en ese momento podamos cambiar la situación. Pero la Palabra es clara cuando dice en el libro de Jeremías “Así dijo Jehová: cuando en Babilonia se cumplan los 70 años yo visitaré y despertaré sobre vosotros mi buena palabra para hacerlos volver a este lugar”. Yo deseo para este 2025 que se despierte esa Palabra, sobre niños, familias, jóvenes, ancianos, para hacerlos volver a tener dignidad como hijos de Dios. Yo creo que será un año donde la iglesia va a ser más protagonista que nunca en todo el país.