Cuando Catherine Ibarguen Mosquera desfiló por la pista de tartán del estadio Maracaná, en Brasil, sabía que regresaría a su natal Colombia con un reconocimiento mundial por su esfuerzo en los Juegos Olímpicos. Junto a miles de espectadores y competidores compartía la expectativa, los sueños y la convicción de que en el podio de los ganadores se suben quienes se esfuerzan y son valientes.
Considerada una de las mejores deportistas en la disciplina de salto triple en el mundo, la joven mujer se preparó para ser una campeona en medio de la adversidad que ha rodeado su vida desde la niñez.
Emociona escucharla en las entrevistas atribuyendo sus triunfos a dos ingredientes fundamentales: su fe en Dios y el apoyo de la familia. “Si Dios me da la oportunidad y gano en las competiciones, seré feliz; si no sucede así, también estaré muy feliz porque en la competencia daré lo mejor de mí. Tengo a Dios y a mi familia, lo tengo todo”, dijo en una entrevista que difundió la agencia mundial de noticias AFP.
La plusmarquista Catherine sinteriza en ocho principios la ruta hacia el pedestal de los ganadores: fe en Dios, disciplina, perseverancia, valorar las cosas pequeñas de la vida, amor por la familia, dedicación en las metas que se fija, corregir a tiempo los errores y no dejarse afectar por las circunstancias adversas.
Como padres estamos llamados a forjar hijos triunfadores, que tomados de la mano de Dios no se detengan ante los obstáculos y los lleven a alcanzar metas que son las que diariamente enriquecen nuestra realización personal y familiar. Recuerde que fuimos creados con una misión, y al finalizar nuestros días, debemos evaluar si estuvimos a la altura de ese compromiso, o por el contrario, tuvimos una existencia sin pena ni gloria.
Debemos aprovechar cada día con nuestros hijos para instruirlos en la Palabra y en el temor de Dios. Son dos ingredientes que los preparan para la victoria, como escribió siglos atrás el profeta Moisés: “Grábate en el corazón estas palabras que hoy te mando. Incúlcaselas continuamente a tus hijos. Háblales de ellas cuando estés en tu casa y cuando vayas por el camino, cuando te acuestes y cuando te levantes”.
Cuando nos damos a esta tarea y perseveramos en ella, estamos sentando las bases para que nuestra generación y las futuras generaciones representadas en nuestros nietos y bisnietos, estén identificadas con la victoria en todo cuanto emprendan.
El rey Salomón compartió este valioso consejo: “El padre del justo experimenta gran regocijo; quien tiene un hijo sabio se solaza en él” (Proverbios 23:24). ¿Cuándo llegan nuestros hijos a ser justos y traen regocijo a nuestro corazón? Cuando desde niños los hemos edificado sobre bases sólidas, con fundamentos bíblicos que los preparan para enfrentar exitosamente las dificultades de la vida.
La decisión está en tus manos. Pero puedo asegurarte que, prendido de la mano de Dios, verás cómo el curso de tu historia familiar cambia. Decídete a fundamentar tus hijos, desde hoy, en sólidos principios y valores. Los resultados serán maravillosos.
Si aún no has recibido a Jesucristo como Señor y Salvador, es hora de hacerlo. Permítele a Cristo que more en tu corazón y traiga los cambios, en tu forma de pensar y de actuar, que siempre has anhelado.
“Dios de los cielos, gracias por este nuevo día que me regalas junto con mi familia. Concédeme el privilegio de estar a la altura del enorme compromiso que representa ser padre o madre. Te pido que me instruyas sobre qué debo hacer en cada circunstancia para que mis hijos sean edificados sobre fundamentos sólidos, con principios y valores. Someto en tus manos esta jornada junto con mi cónyuge e hijos”.