Hace unos días, en una entrevista del conductor Miguel Granados al especialista en neurociencias y científico Estanislao Bardach, le escuché decir algo más o menos así a este último: “la felicidad está en la antítesis del placer, la felicidad es lo que importa, el ser humano la logra en el dar más que en recibir”.
Lo primero que hizo mi mente fue linkear con el pasaje de Hechos 20:35: “Hay más dicha en dar que en recibir” (NVI). O “Más bienaventurado es dar que recibir” (En RV 1960). La ciencia lo confirma en este siglo, pero el concepto tiene más de 2000 años.
La idea de que la verdadera felicidad se encuentra más en dar que en recibir es un concepto profundo que desafía la noción superficial de que el placer y la satisfacción inmediata son el camino a la felicidad. En la Biblia, Dios nos lo dice de muchas maneras, no sólo en el pasaje del libro de los Hechos (párrafo anterior).
En Proverbios 11:25 dice: “El alma generosa será prosperada; y el que saciare, él también será saciado”. El placer busca satisfacer deseos personales, momentáneos, mientras que la felicidad verdadera se encuentra en el servicio a los demás.
Cuando damos, experimentamos una forma de felicidad más profunda y duradera que cualquier placer momentáneo podría proporcionar. El ejemplo supremo y máximo de dar lo encontramos en Dios mismo, como se expresa de manera perfecta en Juan 3:16, uno de los versículos más conocidos de la Biblia: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”.
El mayor ejemplo del “dar” demuestra al menos tres cosas:
Demuestra un amor sacrificial. Dios dio lo más valioso, su propio Hijo, por amor a la humanidad. Ilustra que el dar verdadero implica un costo personal. Y muestra que el dar más elevado está motivado por el amor.
¿De qué manera vas a poner en práctica hoy la verdadera fórmula de la felicidad?