Cuando era pequeña, en mi familia había una tradición muy interesante. Cuando una de nosotras cumplía 7 años nos llevaban al local de la Sociedad Bíblica, en la ciudad de Rosario, para que eligiéramos y compráramos nuestra primera Biblia. Como yo soy la menor de tres, esperé con mucha ilusión ese día.
Era junio de 1981 cuando sucedió. Viajamos hasta el centro de la ciudad y compramos la Biblia que elegí. Tapa dura, negra con el borde rosado. Versión Reina Valera 1960. No había demasiadas opciones.
Recuerdo muy claramente aquel día porque, además, luego de comprar la Biblia, el paseo terminaba tomando un submarino en un bar del centro de Rosario. ¡Toda una celebración! Me sentía una creyente grande ya, con mi pequeña Biblia disponible para leer siempre que quisiera, sin tener que pedir prestada a nadie. Estaba muy feliz. Tanto que la dedicatoria de esa Biblia dice: “Que leer la Biblia sea para ti siempre como la alegría del día que la fuiste a buscar. En ella encontrarás la alegría del Señor Jesús. Filipenses 4:4”.
Mi primera Biblia, que aún conservo, me acompañó por muchos años en mi crecimiento como creyente. La leí mucho, la subrayé, hasta le incluí dibujos para contar historias bíblicas a mis alumnitos de la iglesia. Y hay algo que siempre me impactó: una de las cosas que produce en nosotros la lectura bíblica es alegría.
Pensando en este mes de la Biblia meditaba en que estamos en tiempos de tantas malas noticias que más que nunca necesitamos ir a la Biblia, que está llena de motivos para alegrarnos en momentos donde todo parece estar impregnado de amargura y preocupación.
Hay pasajes que son clásicos para momentos difíciles. Por ejemplo, leer 1 Juan 4:8 nos ayuda a recordar que ¡Dios nos ama! Y si miramos Mateo 6:26 podemos observar las aves y pensar con cuánto amor Dios cuida de nosotros que somos sus hijos. Podemos mirar hacia arriba y recordar que nuestro socorro viene del Señor que hizo los cielos y la tierra (Salmos 121).
¡Hay tantas verdades para meditar y sonreír días enteros! Nuestra mirada de la realidad puede cambiar mucho si tenemos en nuestra mente la Palabra de Dios.
Quizás lo que nos sucede muchas veces es que dejamos que nuestros pensamientos se ocupen de tantas cosas que están pasando cerca nuestro. Nos aturdimos y estresamos con preocupaciones, malos pronósticos, discusiones. Y tal vez olvidamos tomar un tiempo para leer y reflexionar en las verdades de la Biblia que nos llevan a mirar y conocer más a nuestro Dios, su fidelidad, su gracia y también sus reglas de juego que pueden guiarnos en la vida.
Leer la Biblia es mucho más que un ejercicio académico o intelectual. Es poner todo nuestro ser dispuesto a escuchar a Dios hablar. Es abrir nuestro corazón para que desde Su inmensa sabiduría podamos recibir el consejo que nos falta, la perspectiva que hemos perdido, el consuelo o la paz que estamos necesitando.
Posiblemente sea un desafío saber qué leer, pero hay planes de lectura que pueden ayudarte si no conoces mucho de la Biblia, para empezar poco a poco. Creo que una clave es buscar una traducción que sea sencilla en nuestro idioma para empezar. Y saber que la Biblia no es para eruditos, sabios o gente de otro planeta. Es para ti y para mí, que desde la infancia podemos acercarnos a ella y dejar que Dios nos sorprenda con tanto que podemos aprender.
Quisiera invitarte a hacer un ejercicio de lectura de la Biblia para encontrar motivos de gozo. La carta a los Filipenses en el capítulo 4 es un hermoso texto para ese ejercicio. Pero también los evangelios para mirar a Jesús viviendo entre nosotros y mostrándonos el camino.
¿Por qué no leer la Biblia? ¿Por falta de tiempo? ¿Porque te parece muy difícil? Nada de eso sería una buena razón.
Si sientes que te falta gozo en este tiempo, además de buscar ayuda, amigos, consejo y todo lo que sea necesario, te desafío a que puedas leer la Biblia y dedicar tiempo a meditar en lo que dice. Hacer alguna pausa cada día para que todo quede de lado y mires a nuestro Dios. Seguramente en su mirada amorosa encontrarás mucho más de lo que puedas imaginarte.