Es interesante como Pablo nos da una poderosa enseñanza en medio de una expresión de alabanza. Comienza el v.3 alabando a Dios porque Él ya nos ha bendecido (nótese que el verbo está en pasado, es decir que ya ocurrió); y continúa en los vs. 4-14 explicando cómo hemos llegado a ser los beneficiarios de todas sus bendiciones en Cristo. Nos escogió y nos adoptó para ser hijos suyos, nos dio aceptación y sentido de pertenencia. Por su gracia, es decir, aunque no lo merecíamos, nos redimió y perdonó nuestros pecados a través de la sangre de Jesús, por lo que a sus ojos somos santos y sin mancha. Es más, dice que esa gracia la desbordó sobre nosotros dándonos sabiduría y entendimiento. Otras versiones dicen: derramó, hizo sobreabundar, dio en abundancia. Todas expresiones que nos ilustran una imagen de que es mucho más que suficiente lo que Dios nos ha dado para vivir. Además, nos selló con su Espíritu. ¡Cómo no alabar a nuestro Padre por todo esto!
Al llegar al v. 17 nos encontramos con la oración que Pablo hacía por sus hermanos. Él no pedía que Dios los bendiga, porque como lo explicó anteriormente, eso ya sucedió. Así que lo que necesitaban los efesios en ese momento y nosotros hoy es que se cumpla el motivo de oración que Pablo tenía, es decir, que nuestros ojos espirituales se abran y descubramos: 1) a qué esperanza nos ha llamado (propósito), 2) cuál es la riqueza de su gloriosa herencia (equipamiento) y 3) cuán grande es el poder a nuestro favor (ejecución).
Además de la esperanza futura de una eternidad en la presencia de nuestro Padre celestial, tenemos la esperanza aquí en esta tierra de que se cumpla el propósito de Dios para nuestras vidas, como lo expresa Pablo en Filipenses 3:12: sigo adelante esperando alcanzar aquello para lo cual Cristo Jesús me alcanzó a mí. Y para que esto se cumpla contamos con una gloriosa herencia y un extraordinario poder. Es vital recibir revelación de estos recursos que poseemos para poder vivir la vida que Dios soñó y diseñó para cada uno de nosotros.
Un heredero que ignora su herencia vive por debajo de sus posibilidades. Por eso Pablo usa todos los adjetivos que puede para tratar de explicarnos lo magníficos que son estos recursos que tenemos al alcance de nuestras manos. Habla de una herencia que es gloriosa y llena de riquezas espirituales, que recibimos entre los santos, es decir con la familia de la fe que es la iglesia. Se esfuerza por describir el poder que está a favor de los que creemos con expresiones como “incomparable”, “grandeza”, “fuerza grandiosa y eficaz”, y por si no queda claro da el ejemplo de que es el mismo poder que ejerció en Cristo cuando lo resucitó de entre los muertos. Pero sobre todo utiliza uno de esos recursos poderosos como lo es la oración, para pedir que recibamos Espíritu de sabiduría y revelación. Necesitamos esta revelación para vivir como lo que somos, hijos de Dios y coherederos con Cristo.
“Señor, gracias por la magnífica herencia que me has dado. Abre mis ojos espirituales para ver esos preciosos recursos de tu gracia que tengo a disposición y dame sabiduría para poder desarrollarlos y aplicarlos a mi vida y mi entorno cada día”.