La Biblia dice que, en el principio del tiempo, Dios creó todos los cielos y la tierra en unos pocos y breves días. Su creación más íntima, sin embargo, sería la más especial y se parecería a Él.
Génesis 1:27 dice que formó algo que realmente iba a pensar, caminar y hablar como Él. Esta obra maestra sería conocida como humanidad. Esta creación especial recibió todo lo que el Señor había hecho para su propio disfrute. Pero, sin embargo, todavía faltaba una cosa. No había nadie más con forma humana creado a imagen de Adán.
No era bueno que el hombre estuviera solo sin nadie más sobre la tierra que pudiera relacionarse con él a su nivel. Dios sabía que el hombre tenía esa necesidad en su interior porque era una réplica exacta de su propia imagen. Hubo un día en que Dios estuvo solo, sin otro como Él con quien tener comunión.
Dios no quería estar solo, entonces hizo al hombre. Sabía que él tendría estos mismos sentimientos, entonces el Señor creó a Eva, la ayuda de Adán, la que lo ayudaría a satisfacer su anhelo de compañía: “Y dijo Jehová Dios: No es bueno que el hombre esté solo; le haré ayuda idónea para él” (Génesis 2:18).
Dios sabía que Adán no quería estar solo porque sabía por sí mismo lo que era estar solo. Así como hizo a Eva para compañía de Adán, hizo personas para que lo acompañaran. Creo que antes de que Dios dijera: “No es bueno que el hombre esté solo”, dijo en su interior: “No quiero estar sin compañía. No es bueno que yo esté solo”. Dios quería un amigo como Él -para Él- para satisfacer el anhelo de su corazón.
Ese anhelo creó a la humanidad. Fuimos hechos para la comunión con Él. Ahora nunca más tendría que estar solo. De la misma forma en que sacó a Adán de un lugar del interior de sí mismo, Dios también sacó a Eva del interior de Adán. Ahora Adán no estaría solo.
¿Se da cuenta de que fuimos creados para el expreso propósito de tener comunión con Dios? Él nos ama y quiere estar con nosotros.
“Amado Dios, gracias por considerarnos el punto culminante de tu creación. Gracias por la perfección de tu plan, por la compañía, por la familia, por todo ese formato que creaste para que vivamos en este mundo cobijados por tu amor, y también por la compañía de nuestra familia”.
Tomado del libro “No deje de insistirle a Dios”, de Hank Kunneman. Una publicación de Casa Creación. Usado con permiso.