Un apuesto joven es incapaz de encontrar el amor. Si bien su belleza ganó fama, nadie parece corresponderle.
Caminando en la turbulencia de la incertidumbre de su futuro amoroso, llega a un estanque donde puede verse a sí mismo. Allí recibe la revelación que le cambiaría la vida para siempre. Encontró el amor correspondido, el verdadero. Se encontró a sí mismo. Incapaz de quitar los ojos de su propia belleza, Narciso murió en ese estanque.
Los mitos son historias que esconden una enseñanza. No buscan ser precisos históricamente ni incluso verídicos, solo ilustrar principios: un sentido exagerado de egocentrismo, preocupación extrema por sí mismo y falta de empatía por otras personas puede ser mortal para nosotros.
Una asesina silenciosa de propósitos es la incapacidad de quitar los ojos de nosotros mismos. Todo el mundo y la experiencia con él queda reducido a nuestra vida.
Los fariseos se reunieron al oír que Jesús había hecho callar a los saduceos. Uno de ellos, experto en la Ley, le tendió una trampa con esta pregunta:
—Maestro, ¿cuál es el mandamiento más importante de la Ley?
—“Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente”—respondió Jesús—. Este es el primero y el más importante de los mandamientos.
El segundo se parece a éste: “Ama a tu prójimo como a ti mismo”. De estos dos mandamientos dependen toda la Ley y los Profetas (Mateo 22:34-40).
Ama a tu prójimo como a ti mismo. Estas palabras de nuestro Señor son un imposible para un personaje como el del mito. Richard Sennett, en “El declive del hombre público”, dice: “El narcisismo es el opuesto mismo del vigoroso amor a sí mismo. La autoabsorción no produce gratificación, provoca dolor al yo; eliminar la línea entre el yo y el otro significa que nada nuevo, nada -otro- puede entrar jamás en el yo”.
Las experiencias en la vida sirven para encontrarse con el otro. Nos transforman, nos alteran el estado inicial. Es en el servicio desinteresado a hermanos con alguna carencia donde encontramos nuestro propio crecimiento. Es la capacidad de levantarse temprano y viajar cientos de kilómetros hacia un páramo para dar una Biblia la que nos cambia la perspectiva. El filósofo Byung Chul Han explica que, por el contrario, a la experiencia, la vivencia amplía el yo, extendiéndose sobre el otro, sobre el mundo.
Siempre somos tentados a mirar solo nuestro propio reflejo. Si nos fuera necesario levantar la vista probablemente sea para tener vivencias, sensaciones que nos hagan bien y con las cuales absorbemos al otro en nosotros mismos.
Nuestro Señor nos llama a amarlo profundamente y a amar profundamente a nuestro prójimo, para dejar de mirar nuestro reflejo y encontrar el reflejo del rostro de Jesús en los ojos del que lo necesita.
“Señor, que hoy sea el día de matar a nuestro Narciso interior y responder a ese llamado, experimentando y no vivenciando. Que tu Espíritu nos inspire a servir al otro. Jesús encuéntranos amando y sirviendo”.