Son muchas las veces que nos preguntamos por qué hay tanto sufrimiento, padecimiento, pérdidas. Que en un abrir y cerrar de ojos, todo se fue y la tristeza y la desesperación es total.
Nuestros hermanos del pasado enfrentaron sufrimientos indescriptibles. Hebreos 11 cuenta que muchos fueron torturados, metidos en la cárcel, muertos a pedradas, a espada. Eran hombres y mujeres que, tratando de hacer el bien, fueron afligidos y maltratados. Pero permanecieron firmes hasta la muerte.
Y hoy, ¿cómo encarar situaciones semejantes? Lo imprevisible es extremadamente doloroso, pero sin dudas puede sucederle a cualquiera de nosotros.
Hay quienes dicen que Dios sólo nos da felicidad y nos quita el dolor. No es así. No podemos desmentir las Escrituras, sobre nuestros hermanos que dieron su vida por amor a Cristo.
A nadie le gusta sufrir, pero el sufrimiento es parte de nuestra vida. No sabemos por qué unos sufren más que otros. Aquí en la tierra habrá preguntas sin respuesta, sólo en la eternidad sabremos el porqué.
Jesús afirmó que tendríamos aflicciones en este mundo. Cuando las situaciones no nos son favorables, solemos cuestionar su bondad y sabiduría.
La vida no siempre es un mar tranquilo, a veces, las olas gigantescas pueden sacudir nuestro barco, tal vez, hasta podrían hundirlo. No obstante, es importante que siempre tengamos presentes las promesas de Dios como, por ejemplo, ésta: “Mis planes para ustedes yo solo lo sé, y no son para su mal, sino para su bien. Voy a darles un futuro lleno de bienestar”.
Teniendo siempre en cuenta sus promesas, podremos afrontar las situaciones difíciles de la vida, siendo sostenidos, apoyados y amados por Dios. Él está con nosotros en las horas buenas y en las malas.
”Padre eterno, nuestras vidas están en tus manos. No hay otro lugar seguro para nosotros que estar bajo tu amor y bondad. Ayúdanos a permanecer confiando en tu poder y fidelidad. Tú eres nuestra esperanza y esa es nuestra seguridad, que nos llena de paz y gozo en el corazón. Gracias por estar siempre con nosotros”.