En medio de todas las emociones que ahora mismo puedas sentir, por un momento detenlo todo y permanece quieto. Posiblemente estés muy ocupado o las situaciones y pruebas que enfrentas te tienen aturdido y desesperado. Buscas respuestas, soluciones y resultados pero nada es exitoso. Las frustraciones comienzan a apoderarse y dominar tus pensamientos, ánimo y provocan cansancio y fatiga espiritual.
Mientras pensaba en este verso recordaba mi niñez al jugar “1-2-3 pescado o chico paralizado”. El juego consistía en que una persona se paraba sin moverse en el lugar de la meta y gritaba “123 pescado o chico paralizado”. Al decir esta frase los que estaban lejos de la meta debían esforzarse a correr o moverse rápidamente a la meta y permanecer quieto cuando terminaba la frase. Mientras el que estaba en la meta, dirigiendo el juego, se movía mirando uno a uno a ver quiénes eran capaces de permanecer quietos. Esto se repetía hasta que el más rápido y capaz de permanecer quieto llegaba primero a la meta.
Mientras estamos tratando de correr buscando respuestas, soluciones, ayuda, hay una frase que ha sido dicha en lo alto y te invita a permanecer quieto. Cuando buscamos el significado de estar quieto nos dice: no hacer movimiento. Es estar calmado, es reposar, es aquietarse.
¿Y por qué no? ¿Por qué por un momento no te detienes, sueltas e intercambia toda frustración, desesperación, desaliento, prisa, por confiar y creer que Dios obrará y que por esta vez te toca a ti hacer nada?
He aprendido que cuando llegan asuntos que veo que no puedo resolver, simplemente reconozco que yo no puedo y detengo todos mis esfuerzos. Sólo se lo entrego al que hace posible lo imposible. “He aquí, yo soy el Señor, el Dios de toda carne, ¿habrá algo imposible para mí?” (Jeremías 32:27). No siempre todo sale como yo quiero pero sí como quiere Dios y no hay nada más hermoso que estar de acuerdo con su voluntad que es agradable, buena y perfecta.
Sé que Él siempre quiere lo mejor para mí como mi Padre Celestial. Que sus pensamientos son más altos que los míos y que sobre todo, Él es mi Dios.
Reconoce que Él es el Dios en el cual tu confianza debe de estar depositada al 100%. “No se inquieten por nada; más bien, en toda ocasión, con oración y ruego, presenten sus peticiones a Dios y denle gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, cuidará sus corazones y sus pensamientos en Cristo Jesús” (Fil. 4:6, 7).
Deja de inquietarte, no andes afanado, en estrés, sin aliento, apesadumbrado, en turbación, confundido, pues cuando sucede eso no estás confiando en el poder y cuidado de Dios.
2 Corintios 4:8-9 dice que “estamos atribulados en todo, mas no angustiados; en apuros, mas no desesperados; perseguidos, mas no desamparados; derribados, pero no destruidos”. Te invito a permanecer quieto; confía y exalta al Dios que peleará por ti, obrará a tu favor, se ocupará de tus problemas y te otorgará la victoria.
“Padre hoy te exalto por tu intervención y tu cuidado. Por tu demostración de amor al brindarme la oportunidad de permanecer en quietud mientras tú lo haces todo posible. Hoy dejo de correr y de moverme impulsado por mis frustraciones y afanes. Permanezco quieto y espero confiado en ti mi Señor”.