No existía ningún motivo para condenarlo. Falso testimonio, legalismo, un mensaje disruptivo, eran las motivaciones humanas para enjuiciar y matar a Jesús. A simple vista el hecho nos llena de bronca impotencia, un sentimiento de injusticia. ¡¿Cómo es posible que un hombre tan bueno sea condenado?!
Si repasamos la historia desde un punto de vista netamente humano nos preguntamos: ¿era realmente necesario? ¿No había otra forma?
Sin embargo, la cruz es el centro de la voluntad del Padre. Todo lo anterior a la cruz, nos conduce hacia ella y todo lo posterior surge de allí. En ella, el hombre cambia su esencia; de alma viviente a espíritu vivificado, de criatura a hijo, de pecador a redimido. En ese madero son expuestas todas las acusaciones que existieron, existen y existirán en contra de nosotros y es exactamente ahí donde los culpables somos inocentes. Por eso es que el inocente fue condenado, para que los culpables podamos ser redimidos.
Muchas veces buscamos métodos de perfeccionamiento de nuestros hábitos, conductas, temperamento, emociones, pero no hay mejor lugar para perfeccionar nuestra vida que esa cruz. El apóstol pablo supo decir: “Con Cristo estoy crucificado y ya no vivo yo, ahora es Cristo el que vive en mi”.
Qué importante que en una fecha como la que estamos viviendo, no solamente recordemos lo que Cristo hizo por nosotros, sino que podamos subirnos a la cruz con él. La tendencia natural, frente a tanta injusticia es tratar de bajarlo, tratar de alguna forma evitar que el pase por tanto dolor, pero esta vez te invito a hacer lo contrario. Te invito a subir a esa cruz con él, y permitir que ya no seas tú mismo el que viva, sufra, se alegre o se angustie. Te animo a que permitas a Cristo vivir a través tuyo para que ya no seas tú sino Él.
Si estás dispuesto a vivir una experiencia diferente, me gustaría invitarte a repetir la siguiente oración.
“Señor Jesús, gracias. Por haber sufrido la tortura, y la cruz por mí. Gracias por haber pagado con tu muerte, mi deuda y por haberte hecho culpable para regalarme la redención. Señor Jesús, muchas veces he mirado la cruz como un lugar de injusticia, pero es allí donde fuiste justamente para justificarme. Hoy, no quiero que te bajes de esa cruz, hoy quiero subir contigo y crucificar todas esas cosas que te ofenden, que te duelen, que te decepcionan y quiero que de aquí en más ya no viva yo, sino que Tú vivas en mí. Gracias, por una nueva oportunidad”.