Hay una historia que ha cambiado la vida de nuestras generaciones, es la historia de Jesús. Hablamos y conocemos muchos testimonios de tantas personas y hombres en la Biblia, pero la única que nos da salvación, libertad y poder por medio de Él es Jesús.
Antes de la creación del hombre vemos en Génesis: “Hagamos al hombre a imagen y semejanza” (Gen. 1:26). Cuán importantes somos para Dios que nos formó como Él y allí estaba Jesús junto al Padre, en esa formación de nosotros. Luego vemos que todo lo bueno que Dios había determinado para nosotros el enemigo lo torció. Llegó Jesús, se encarnó en el hombre que habitó en medio de nosotros, haciendo milagros, trayendo libertad, rompiendo con paradigmas de hombre, devolviendo el valor de ser creado en el principio con la muerte y resurrección en la cruz. Nos dio vida en abundancia, eterna, clavó los decretos de Satanás, donde ya no tiene autoridad sobre los que le recibieran. Nos hizo coherederos de su Reino. Nos dio poder de hacer cosas más grandes que las que hizo. Habitó dentro de nosotros con una luz que nunca se apaga aun en medio de tormentas y tinieblas.
La historia de Jesús sigue vigente. Él vino para darte vida en abundancia, para decirte “yo he vencido y tú vencerás en mi Nombre”. Hay momentos en que la soledad, el desánimo, las malas noticias, pueden llegar a tu vida. Pero la mejor noticia nunca caduca, siempre está a tu lado, es Jesús, la verdad y la vida. Nos preocupamos más por la oscuridad, cuando en todo momento brilla Su luz. Siempre está a nuestro lado y nos escucha. Conoce tu dolor y desesperación. Él te dice hoy: “Yo entregué mi vida para que tú vivieras y fueras bendecido. Solo abre tu corazón y espíritu y verás cómo mi poder se perfecciona en ti. En mi hay libertad y bendición, yo sobrepaso toda angustia y sufrimiento. Solo mírame, toma mi mano, que yo nunca de abandonaré”. Así Él me conquistó y permanece para siempre en mi vida.
Ese regalo vino al mundo, otros los desprecian, pero es el mejor regalo a la humanidad. El amor de Jesús y su entrega nos catapulta a la vida eterna. Hoy te hago ese llamado. Acéptalo como tu único y verdadero Salvador. Oro por tu vida y la de tu familia. Recibe el regalo más grande, tu Salvación. ¡Te bendigo!
“Señor, abro mi corazón a Ti. Gracias por el regalo más valioso que puede recibir el ser humano. ¡Gracias porque también me lo diste a mí! Lo acepto con todo mi corazón, reconociendo que Tú eres el único Camino, Verdad y Vida, y que en Ti hay salvación”.