Hagamos un ejercicio, medita sobre cuáles fueron tus pensamientos más comunes durante la última hora. Si me respondes: Lala, he estado pensando en todo lo que tengo que hacer durante este mes, las cuentas por pagar, las llamadas que no he hecho y lo difícil que está la situación mundial; es posible que estés experimentando sensaciones de ansiedad en tu cuerpo, estés comiendo demás o sientas un vacío en el estómago.
A lo mejor, no es tu caso. Pero, en vez de eso, puedes reflexionar: mis pensamientos de la última hora han sido sobre el celular de mi esposo. ¿Qué habrá estado viendo durante este mes que pasó que lo hace estar tan distante? ¿Por qué ya no me habla como antes? ¿Y si me pasa lo que a Julita, la vecina, que su esposo adquirió el vicio de apostar por internet? Si esto sucede, es probable que tengas miedo, rabia o incluso tristeza y que, por lo tanto, te cueste concentrarte en lo que tienes que hacer, tratando de resolverlo todo sin tener mayor resultado.
Mi esposo y yo trabajamos como mentores, acompañando jóvenes, parejas, hombres y mujeres en temas relacionados con la identidad, autoestima y especialmente, relaciones. Cada vez que hacemos esta pregunta a las hermosas personas con las que tratamos, sus ojos quedan en blanco y aunque tratan de recordar pensamientos de paz o tranquilidad que hayan tenido; tienden a decir en primera instancia lo negativo antes que lo positivo.
Esto sucede porque nos cuesta ejercer dominio sobre nuestros pensamientos. Nos es más fácil ver el problema de los demás, juzgar y tratar de solucionar la conducta de otros, que lo que sucede en nuestro interior, con los pensamientos y las ideas que permitimos.
Los pensamientos no son seres sin vida que aparecen de la nada y se van de la misma manera. No, los pensamientos son conexiones eléctricas y químicas entre nuestras neuronas. Son caminos que se hacen al interior de nuestro cerebro y que cobran más fuerza a medida que los alimentamos. Para gobernarlos, necesitamos tomar posesión de ellos y enseñorearnos, comprender que Dios nos dio la capacidad para hacerlo y que el fruto del Espíritu Santo nos da el dominio propio para lograrlo.
Te animo a hacer un registro de los pensamientos más comunes a lo largo de tu vida y que los compares con los pensamientos de Dios para ti. Si los resultados de ambos son extremadamente diferentes, te sugiero que medites la fuente que los alimenta. Somos lo que consumimos, por eso es que la fe viene por el oír, oír, oír, oír… La voz de Dios para nuestros días hasta hacerla nuestra.
Espero que hoy sea un día maravilloso, que disfrutes de tu familia, de tu hogar, la salud que Dios te dio y todo lo maravilloso que él tiene para ti.
“Padre, gracias por tu amor y misericordia. Tu fidelidad y gracia me envuelven todos los días. Lléname de ti, aviva mi corazón y ayúdame a recordar siempre que la conquista más importante es aquella en donde tu reino gobierna mi alma y mi cuerpo.”