Luego de una dolorosa espera, finalmente llegó la buena noticia para unos papás que no sabían nada de su hijo por un par de años. El protagonista del encuentro fue el abrazo cálido de unos padres que nunca perdieron la fe.
La espera en el silencio suele ser un acompañante incómodo en la vida. Cuando nos aborda la incertidumbre puede inhabilitar a quien alberga una esperanza, y es aquí donde la fe ocupa un papel fundamental, en el entendido que “es pues la fe la certeza de lo que se espera y la convicción de lo que no se ve”.
¿Cómo pues, espero con fe sin morir en el camino? Aquí tres recomendaciones:
Aprende a escuchar
Con frecuencia el ruido de la crisis no permite distinguir la voz de Dios. Si no aprendemos a escuchar, abrimos una puerta a la necedad. Es aquí donde el Señor puede detener toda tu estructura para que comprendas que no siempre corriendo se llega más rápido ni gritando te escuchan mejor; algunas veces, guardar silencio o detenerse por completo es la instrucción para una mejor temporada de tu vida.
Empieza a confiar
Algunas prácticas son difíciles o dolorosas, pero las afrontamos con total confianza porque sabemos que son para bien. Sea la disciplina de un deporte, un medicamento que sabe amargo o un problema financiero, todas se realizan porque confiamos que traen bien a nosotros. No permitas que voces nocivas y mentiras debiliten tu confianza. Busca la voz de Dios para que te recuerde quién eres en él.
Sigue adelante
Viajar ligero no tiene que ver con ser una persona sin compromiso, al contrario, se trata de comprometerse a cargar solo que necesitas para avanzar. Algunas veces no seguimos adelante porque nos incomoda el riesgo o nos da miedo lo desconocido; la incomodidad es el aviso que nos dice: es el momento de hacer un cambio, es decir, de seguir adelante.
Una ocasión, un militar romano se acercó a Jesús en el camino para pedirle por la sanidad de su siervo; antes de esto algunos judíos de buen testimonio le comentaron al Maestro de Galilea que el oficial daba ofrendas para la sinagoga y tenía buena reputación entre ellos. Jesús se ofrece a ir a la casa del centurión para realizar una curación, pero él sugiere que la palabra de autoridad de Jesús sería suficiente.
“Enséñame, Señor Jesús, a vivir en fe. Ayúdame a creer y confiar en ti. Renueva mis expectativas acerca de todas tus promesas para vivir ‘como sí’, para ser libre, pleno, vivir pleno y seguir adelante para cumplir tu voluntad”.