Mientras paré unos minutos a escribir, delante de mí se posó una mariposa blanca, pocas veces vista. Sabemos que alguna vez fue una oruga y también que probablemente le quedan escasas horas de vida.
Desde un lugar tranquilo con bellos paisajes, acompañado de mi familia y con todo lo necesario para transitar esta vida, no puedo dejar de mirar hacia atrás y recordar todo lo que Dios hizo en y con mi vida. Mirar hacia atrás no siempre te convierte en estatua de sal, también te ayuda a tener memoria y ser agradecido.
Los días más oscuros dentro del capullo pasarán. Y por más que tus horas estén contadas, disfruta, agradece, resplandece, ayuda, que para eso ocurrió ese milagro de transformación.
En Romanos 8:38-39 podemos leer que Pablo afirma estar “convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles, ni los demonios, ni lo presente, ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto, ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor”.
“Señor, oro para no desanimarme en medio de la provisoria oscuridad y para llegar a donde Tú quieres que llegue con las alas que me regalaste”.
Ilustración: Agustina Sileo.