La mayoría conocemos de sobra esta historia. Pero hay una realidad en esta narración más allá del milagro de la multiplicación. Jesús nos deja un llamado poderoso a todos aquellos que deseamos servirle en el Reino de la luz, nos lanza un desafío de fe, diciendo: “Denles ustedes de comer”.
Una de las primeras experiencias sobrenaturales que tuve en mi vida espiritual fue cuando tenía 13 años, era un adolescente lleno de ilusiones, sueños y proyectos y en un tiempo de oración a solas, escuché la voz de Dios en mi corazón que me dijo claramente, “¿Quieres servirme?” Yo contesté de inmediato: “Sí, Señor”. Y me dijo algo que no entendí hasta más tarde: “¿Sabes cuál es tu nombre?” Yo conteste en mi mente. “Sí, me llamo Iván”. Volví a escuchar esa voz dentro de mí: “Tu nombre es Juan. ¿Sabes quién fue Juan?” En ese momento comencé a llorar como nunca antes lo había hecho y entendí que el propósito de mi llamado y el de toda la Iglesia era ser “Juan”, ser “Una voz en el desierto”.
Desde ese momento entendí que en esta historia bíblica, yo soy ese trozo de pan que alimenta a los hambrientos, supe que Dios está buscando voces que se levanten en medio del desierto para proclamar la verdad de Jesucristo.
Lo maravilloso de este relato es que con muy poco, se alimentó muchísima gente. Si lo pensamos de manera racional y coherente, en ninguna cabeza cabe la idea de que con unos pocos panes y dos pececitos puedan comer cinco mil personas, pero las matemáticas del cielo son diferentes a las nuestras.
Jesús tiene poder para transformar algo insignificante en algo importante, algo que no tiene valor en algo valioso, algo demasiado pequeño en algo gigante, algo insuficiente en pan que alimenta a multitudes. Dios va a darte lo que aún no tienes, va a hacer de ti lo que dices que aún no eres. Tú vas a alimentar a multitudes aunque hoy solamente tengas migajas en tus manos.
“Señor, hoy pongo en tus manos lo que tengo; te doy mi tiempo, mi talento, mi esfuerzo, mi familia, mis sueños, mi vida misma, y sé que Tú te encargarás del resto, harás de mi persona, ¡pan que alimenta multitudes!”