Este muchacho de quien la Biblia no dice su nombre, era bien conocido en la región a causa del mal que padecía. Cuando Jesús llega al lugar, realiza tres acciones que le permiten ser libre.
Sale del lugar de la oscuridad, donde estaba. (Vs 2).
Ve a Jesús, corre hacia Él (Vs 6).
Cae de rodillas y grita desesperadamente (Vs 6).
Este tormento que padecía era de muerte, ese era su padecimiento. La presencia de Jesús fue tan fuerte en el lugar cuando descendió de la barca, que el espíritu que estaba preso en el interior del muchacho corrió en búsqueda de su libertad. Y como resultado el chico quedó libre.
Reflexionaba en estos días, ¿qué sucede cuando tú y yo como iglesia, como embajadores de Jesús en la tierra, entramos en un lugar? ¿Portamos tal presencia de Jesús como para que las personas se acerquen buscando algo en nosotros? ¿Nos ven como representantes, portadores de esa libertad, de paz, de amor, de bondad?
Creo que este 2023 tenemos que lograr atravesar las tormentas que nos toquen, no detenernos, como nos enseña el capítulo anterior de este relato (véase Mr. 4) confiando en que Jesús está con nosotros, no nos abandona. Y así llegar, del otro lado, y reflejar el poder, el amor, la compasión que las personas corran a buscar a Jesús en nosotros.
En tu ciudad hay personas que son muy conocidas allí por sus padecimientos durante años, familias en cárceles espirituales por décadas, que necesitan la Presencia de Jesús llegando para ser libre y vivir la vida abundante de Cristo.
Anímate, no importa cuál es tu tormenta, Jesús está contigo. Atraviésala, teniendo presente que del otro lado muchos esperan por Jesús en ti. ¡Naciste para más!
“Señor, ayúdame a estar del otro lado de la tormenta. Que mi presencia en cualquier lugar sea el reflejo de tu Presencia, la cual puede hacer libre a las personas de cualquier cautividad”.