El Dios con quien nos relacionamos diariamente es un Dios de propósitos, y de propósitos eternos. En la voluntad de Dios no existen las casualidades, las cosas no pasan porque sí. Y en Su voluntad permitió que lo conozcamos de una manera íntima y cercana, que lo aceptemos como nuestro Señor y Salvador, y además, que seamos mensajeros de Su amor para con quienes nos rodean y aquellos que nos cruzamos en el camino.
A veces es difícil ver la perspectiva de lo que Dios hizo en nosotros, porque corremos en el día a día, porque me estoy enfocando en lo que me pasa hoy y estoy intentando resolver mis situaciones cotidianas. Pero si nos detenemos por un momento para ver el panorama, podremos ver cómo Dios obró en nuestras vidas y con nuestras vidas.
Piensa de qué situaciones Dios te libró, recuerda cómo te sostuvo en los momentos difíciles en el último tiempo, o cómo ayudaste a otros cuando más lo necesitaban. ¿Ahora lo ves? ¿Puedes percibir un poco más cómo Dios nos estuvo acompañando durante todo este año que pasó y cómo Él nos estuvo usando?
Y quiero recordarte algo: somos una buena obra, lo dice Su Palabra, leí este versículo seguramente cientos de veces, pero hoy lo entendí. Aunque te veas con imperfecciones, que todavía debes madurar o te sientes débil en algún área, eres una buena obra. Porque Dios te ve en perspectiva con ojos eternos y ve la obra que comenzó en ti ya terminada. Claro que deseo ser mejor cada día, pero no puedo dejar de ver cómo Dios nos acompañó hasta acá y nos va a seguir acompañando mañana.
“Dios, te pido que puedas cambiar mi perspectiva y comenzar a verme como Tú me ves”.