Hace poco más de un mes, los argentinos celebramos haber salido campeones del mundo a través del fútbol. Ganamos la Copa del Mundial de Qatar, pero en realidad sentimos que nos comimos al mundo entero en un partido. La Selección Argentina jugó con esfuerzo y valentía, sufriendo en cada partido, demostrando destrezas, habilidades pero también valores.
Este equipo demostró que a través del deporte también podemos compartir valores, aquellos que nos enseñaron en nuestras familias, y que aprendimos desde chicos. A todos nos gusta ser ganadores, pertenecer al equipo ganador. ¿Quién no quiso tener, aunque sea por un ratito, la Copa en sus manos? O ¿quien no quiso comprarse la casaca de Argentina, y salir a gritarle al mundo que “somos argentinos”?
¡Somos campeones, somos exitosos! Pero, ¿de verdad somos exitosos? La pregunta es, ¿qué significa ser exitoso, o tener éxito? Por lo general, cada fin de año hacemos un balance para medir si nos fue bien o nos fue mal, y lo hacemos en base a las mediciones de los logros alcanzados. ¿Y qué pasa con los fracasos? ¿También los contamos?
Me encanta el libro “El éxito del fracaso”, del Pastor John Maxwell, donde nos anima a valorar nuestros fracasos como el éxito de cada paso que debemos dar para llegar a las metas u objetivos planteados. En mi opinión, el éxito está determinado por la manera en que procesamos los fracasos. Quienes podemos aprender de nuestros fracasos, nos convertimos en personas verdaderamente exitosas.
Cada uno de los fracasos que atravesamos en la vida nos lleva al desafío de madurar, crecer y aprender algo nuevo. En este proceso, si llegamos a transformar nuestro carácter, entonces alcanzaremos el verdadero éxito para cumplir el propósito por el cual estamos en la tierra.
Dios le dijo a Josué que cumpliera con toda la ley que Moisés le mandó; que no se desviara de ella para que tenga éxito dondequiera que vaya. Cuando ponemos a Dios en primer lugar, el éxito está asegurado, porque las enseñanzas que nos dejó en Su Palabra, edifican nuestra vida y transforman nuestro carácter.
“Oro a Dios para que cada día podamos alcanzar el éxito transformando nuestra vida a través de Su Palabra, para edificar a otros y ser de bendición con esfuerzo y valentía.”