Desde niña me parecieron importantes las palabras. Y en mi mente estaba la pregunta: ¿Se puede pensar antes de hablar? Ahora que soy adulta lo veo aún más. Por distintas situaciones que viví, me ha quedado muy claro ¡cómo afectan las palabras para bien o para mal!
A veces tenemos la teoría pero no la ponemos en práctica y ahí está el problema. A veces oramos de una manera pero luego nos levantamos de orar y con nuestras propias palabras contradecimos lo que oramos. Y así muchas situaciones más. ¿Qué tal si hoy y cada día, así como nos ponemos las zapatillas, nos calzamos con el hablar lo bueno porque hace bien?
La buena noticia es que el Espíritu de Dios está para ayudarnos. ¿Quiero que Él me ayude?
“Papá Dios, acepto tu ayuda. Me he dado cuenta que muchas veces las palabras que digo no son gratas y que todo eso es porque la meditación de mí corazón tampoco lo es. Quiero aprender a pensar lo bueno para que mis palabras hagan bien”.