El Rvdo. Omar Cabrera escuchó una voz que le dijo: “Visión de Futuro”, y la visión de presentar el evangelio a las ovejas perdidas de la iglesia oficial, es decir: introducir el mensaje de Cristo en la mente y corazón de aquellos que por años habían oído del poder de Dios, pero que nunca lo habían experimentado. El 14 de octubre de 1972 en Paraná (Entre Ríos) comenzó una obra dirigida especialmente a los que traían sobre ellos la marca de una religión.
Miles respondieron y se movilizaban para escucharlo predicar. Esto desató oposición y persecución, lo cual trajo expansión y crecimiento. El mensaje fue respaldado por el Espíritu Santo con sanidades, milagros y prodigios. En ciudades o pueblos que habían estado cerrados a la fe en Jesús, se rompía con ese poder al aplicar lo que luego se llamó guerra espiritual.
Vino una ola de visitación divina, y se comenzó a establecer lugares de reunión a los que se volvía semanal, quincenal o mensualmente en persona o por medio de sus pastores asociados; los medios de comunicación fueron clave para esto (las publicaciones, la radio y la televisión).

Y un párrafo aparte merece la idónea compañía de su esposa Marfa quien vivió a su lado los logros y victorias tanto como sus valles y desiertos. Ella partió con el Señor y antes de que el Reverendo sea llamado a la Patria Celestial le pasó el manto apostólico a su hijo mayor, Omar Jr. el 12 de marzo de 2001, quien tomó esa antorcha encendida, se animó a brillar con luz propia junto a su esposa Alejandra.
Ellos continúan creando contenidos que llevan a la fe, basados en la Palabra de Dios. Ambos son escritores y oradores internacionales, presiden la Fundación Visión de Futuro que entrega importantes donaciones y un Colegio en Santa Fe (nivel inicial, primario y secundario), además del Centro de Preparación Teológica.
A la fecha en que Visión de Futuro cumple 50 años, son los Pastores Principales de la Iglesia Visión de Futuro que junto a los Coordinadores Regionales, llevan adelante a nivel nacional 207 lugares de reunión sin contar las miles de células en los hogares donde se enseña el mismo mensaje: “Esta no es la obra de un hombre, es la obra del Espíritu Santo”.
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