La publicación hecha por el portal de estadísticas datosmacro.com nos mostraba que el 90,05% de los nicaragüenses practicaba el cristianismo, el 0,92% otras religiones y el 9,00% de la población no era creyente. Debemos recordar que esta información pertenece a datos extraídos en el 2010.
El hermoso país centroamericano, cuya población se destacaba por ser creyente y manifestar con fervor la libertad de culto, hoy en día se encuentra oprimido por un estado que los persigue violando un derecho fundamental como lo es la libertad de culto.
Es imposible hablar de la persecución de los creyentes en Nicaragua sin mencionar el nombre de Daniel Ortega, quien es el presidente de dicha nación desde el 10 de enero de 2007 hasta hoy, pero que ya había tenido su primer mandato desde 1985 hasta 1990. Sin embargo, es el prolongado tiempo de su actual gobierno el que refleja una clara obsesión por el poder y una muestra más clara de esto es que desde 2017 su esposa Rosario Murillo es la vicepresidente de Nicaragua. La obsesión con el poder es una tendencia muy peligrosa en nuestra amada Latinoamérica desde aquel Foro de San Pablo.
En los últimos días la policía capturó al obispo Rolando Álvarez por haber denunciado la violación de derechos humanos por parte del régimen de Daniel Ortega, pero no ha sido el único caso. El enfrentamiento entre la iglesia y el gobierno no comenzó ahora y se ha intensificado en los últimos años. Según un informe de la ONG Observatorio Pro Transparencia y Anticorrupción, la iglesia ha recibido casi 200 agresiones entre abril de 2018 y mayo de 2022 en Nicaragua. Pero ahora el arresto del obispo Rolando Álvarez marca la diferencia en este enfrentamiento, porque se trata de la más alta autoridad religiosa del país después del cardenal.
Álvarez, de 55 años, es acusado de organizar grupos violentos, incitándolos a organizar actos de odio en contra de la población con el propósito de desestabilizar al estado de Nicaragua y atacar a las autoridades constitucionales, cargos que el obispo ha negado. Sin embargo, Álvarez se encuentra en prisión domiciliaria.

Debemos recordar que en 2019 el obispo Silvio Báez se exilió tras recibir amenazas de muerte por parte del régimen de Daniel Ortega y en los últimos años han encarcelado a pastores, sacerdotes y monjas, también se han clausurado varias emisoras cristianas, lo que demuestra el odio profundo que tiene Ortega hacia la iglesia cristiana. Los críticos de Ortega, lo acusan de haber pasado de ser un guerrillero sandinista que derrocó al régimen de Anastasio Somoza en 1979 a un presidente que celebró las últimas elecciones de noviembre de 2021 al ganar con el 75% de los votos, con siete candidatos opositores en la cárcel y denuncias de fraude por parte de organismos internacionales.
En los últimos años, Nicaragua ha tenido un deterioro de los derechos humanos. La Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), ha documentado torturas y otras violaciones de derechos humanos de las autoridades nicaragüenses, así como el encierro de más de 190 presos políticos, parte de ellos en duras condiciones. Por su parte Ortega, dijo que estos son inventos dentro de una mala campaña para darle mala fama a Nicaragua frente a organismos internacionales. También acusó a líderes cristianos de tomar partido al estar comprometidos con los “golpistas”, como él los llama, y de haber promovido la creación de sectas satánicas. Esto lo dice Daniel Ortega.
Según encuestas como la de la consultora Gallup, el 85% de los nicaragüenses desaprueban el gobierno de Ortega, aunque él también ha presentado sus propias encuestas donde claramente se encuentra con un apoyo del 77% de la población de Nicaragua. Una terrorífica dictadura que genera una gran preocupación en Latinoamérica sin mencionar la crisis económica reflejada en la falta de empleo de los nicaragüenses.
Lo más curioso de todo esto, es que aún hay líderes cristianos que respaldan el aterrador y sanguinario régimen de Daniel Ortega a cambio de beneficios económicos o favores dentro del alto gobierno. Sin embargo, nosotros como creyentes siempre debemos actuar de buena fe, pensando en los menos favorecidos y los perseguidos en Nicaragua.
La invitación que le quiero hoy hacer al lector, es que dejemos a un lado la indiferencia y tengamos en nuestras oraciones demostrando apoyo desde nuestras redes sociales a los creyentes que están siendo perseguidos, no solo en Nicaragua, sino en el resto del mundo. Valoremos el privilegio de aún tener el derecho a la libertad de culto y usemos nuestros canales de comunicación para ser la voz de quienes están siendo silenciados.