Los micrófonos de las radios, las páginas de los medios gráficos y las pantallas de la televisión fueron teñidos de verde –color distintivo de los movimientos proabortistas en América Latina- durante el proceso en el cual se debatió el tema del aborto. ¿Y nosotros, los defensores de la vida desde la concepción? Sólo podíamos disponer de breves minutos para hacernos oír en esa marejada que pedía a gritos que se legalice un crimen. Estamos en 2022 y este panorama aún no cambió, a pesar que en la Argentina y varios países de Latinoamérica el aborto ya es legal.
Pero esto que se vivió en ese momento a nivel de medios de comunicación tampoco es casual. Es el emergente de años y décadas del mal uso que hemos hecho, como cristianos, del ejercicio de la comunicación masiva a través de esos medios. Y es hora de ser autocríticos, porque es la única manera de ostentar un verdadero cambio de paradigma respecto de nuestra visión de los medios.
Radios flojas de papeles; directores que sólo están ahí por tener un puesto en la iglesia o por ser “el hijo de”; emisoras que sólo producen “hacia adentro” del rebaño y que no promocionan nada de otra congregación “por las dudas que ninguno se me vaya” (o sea, somos un mismo cuerpo, pero no tanto); personas que, aún con la mejor intención, ocupa un micrófono sin la capacitación adecuada… Así podría enumerar infinitas razones por las cuales en el espectro de las comunicaciones sociales, no existimos, o en el mejor de los casos, somos el sector sobre el cual se ejemplifica para mostrar lo que “no hay que hacer en los medios”.
Ni siquiera contamos con una representatividad legal en los entes que regulan el andar de los medios. Cuando decomisan una radio cristiana, nos encontramos desamparados y, mitad con resignación y mitad con falta de autocrítica, convertimos al diablo en el blanco de nuestros fracasos mediáticos.
Creo que es hora de que, como iglesia, apoyemos mentoreando a aquellos de nuestros congregantes que, dada su vocación, quieren comenzar a andar el camino de los medios. Debiéramos instarlos a que se preparen, a que estudien formalmente una carrera de comunicación social, a que asistan a toda cuanta capacitación se le cruce por el camino, a que interactúen con aquellos que ya llevan años en los medios. A dejar de jugar a “hacer radio” en la FM de la iglesia, donde me convierto en el héroe de cada domingo sólo por haber pasado música cristiana en la radio toda la semana. Si realmente hay aspiraciones serias en cuanto a los medios, eso debería ser el trampolín para pelear un lugar en los medios masivos de alcance nacional, y ser luz en esos canales de televisión, radios y medios gráficos, donde no precisamente se inicia la jornada laboral orando.
Los “agentes de prensa” y las estrategias del Maestro
Siempre pensé en Jesús como el comunicador por excelencia. Me vienen a la mente dos episodios del Maestro, donde Él mismo nos enseña a ser estratégicos a la hora de comunicar, como así también a utilizar –en el buen sentido de la palabra- a personas para anunciar lo que quería hacer.
A veces digo, a manera de chiste -aunque no tanto-, que Jesús tenía agentes de prensa. Más de una vez tuvo a alguien que anunciara previamente lo que él iba a hacer. Como cuando se iba a producir aquella memorable entrada a Jerusalén. Allí Jesús instruyó a sus discípulos para que aquella movida no pasara inadvertida. Incluso hasta les llevó a la memoria aquél escrito antiguo de Isaías que le anunciaba a la hija de Sion que “he aquí tu Rey viene a ti, manso y sentado sobre una asna…”. Fue así que miles de personas festejaban al Maestro y reconocían que “…éste es Jesús, el profeta, el de Nazareth” (Mt. 21: 1-6; 11).
¿Acaso Jesús necesitaba que lo anuncien? Sospecho que como tenía atributos divinos, Jesús se hubiera presentado en un pueblo y como por arte de magia, todos sus habitantes se habrían enterado. Pero no. Decidió hacerse hombre y por eso actuó como tal, así que, supuso que si quería lograr cierto impacto cuando llegara a la ciudad, la gente de allí debería saberlo de antemano y, en cierto modo, debía esperarlo. ¿Quién mejor que sus discípulos para oficiar de “agentes de prensa”? Y ni hablar de Juan el Bautista, el mejor prensero que Jesús haya tenido cuando aún no había comenzado su ministerio.
Jesús y los medios
La otra anécdota tiene que ver con lo estratégico que era Jesús a la hora de hablar a las multitudes. Se dice que buscaba lugares donde pudiera ser escuchado por la mayor cantidad de gente posible. Habremos leído más de una vez el popular “Sermón del monte” (Mt. 5), donde contó innumerables parábolas a miles de personas. ¿Nunca nos hemos puesto a pensar siquiera cómo hizo Jesús para hablar, sin micrófono, ante tanta gente?
Algunos estudiosos de la Biblia y otras materias, hicieron una investigación al respecto y concluyeron en que el lugar específico donde se sentó Jesús para hablar, producía un eco que llegaba hasta varios metros, asegurándose alcanzar con su voz a quienes estaban más alejados. Lo mismo sucedió cuando habló a una multitud sentada en una playa y el Señor utilizó el efecto amplificador del mar –donde el sonido viaja a 1500 metros por segundo ya que sus partículas están más unidas y propagan la vibración con mayor velocidad-, ubicándose en una barca a varios metros de la orilla (Mt. 13:2). Esto me hace pensar en que Jesús no fue ningún improvisado que se paró donde se le dio la gana o donde empezó a sentir el cansancio de sus pies. Él buscó el lugar y la forma de llegar a más personas en menos tiempo.
Por eso, siempre digo que si en el año 30dC hubiese existido la radio, Jesús hubiera tenido un programa. Y agentes de prensa no le iba a faltar: tenía 12.