Mucho no se conoce de Salvador Ramos, de 18 años, quien a través de sus redes sociales vaticinaba que algo iba a hacer, tras postear su colección de armas y etiquetar a algunos de sus compañeros de colegio. Aquí surge el primer interrogante: ¿Qué puede llevar a un chico de 18 años a realizar semejante barbarie? “Aparentemente el joven que ocasionó la masacre en Texas fue un niño pobre con el agravante de que sufría ‘bullying’ en la escuela. Lo acosaban por un problema en el habla, creció en un hogar lleno de conflictos por el abuso de drogas y pobreza. Nada en el mundo puede justificar esta acción, pero es una oportunidad que nos lleva a la reflexión”, revela la Dra. Lis Milland al indagar un poco acerca de las razones que llevaron a Ramos a cometer semejante masacre.
Por supuesto que esto es una justificación, tal como aclara la Dra. Milland, pero sí habla de la consecuencia –en parte, claro está- de una sociedad que hace de la discriminación y el maltrato del distinto, una moneda corriente.
¿Cómo potencia la exposición en las redes sociales el deseo de hacer una maldad para ser visto por millones? Esteban Lanzani, consultor en nuevas tecnologías, preventor y creador de CiberIntegridad, opina que “todos buscamos exposición, queremos ser reconocidos y muchos no miden consecuencias ni tienen problema con la forma en que podrían alcanzar ese objetivo. Casos tan graves como estos nos tiene que llevar a repensar la manera en que usamos las redes sociales, no como creadores de contenidos sino como consumidores: ¿nadie vio esos posteos con armas y mensajes amenazantes? ¿Alguien habrá tomado la iniciativa de alertar a la familia o conversar con él? Es común que las personas que cometen estos actos, previamente compartan sus ideas y maneras de ver la vida o la muerte. Necesitamos estar atentos y cuidar a los que están en nuestro entorno”, entafiza.
Ningún niño nace con ganas de aniquilar a sus pares. Entonces, uno suele buscar una explicación en el entorno de un adolescente que decide tomar un arma y realizar una matanza. La Dra. Milland hace hincapié en esta cultura de la violencia, en la que un regalo de cumpleaños o, paradójicamente, en Navidad, pueda ser un arma de juguete. “Hoy a los niños se le regalan unos videos juegos donde se entretienen ‘matando enemigos ficticios’. En esos juegos se utilizan armas y rifles sofisticados. Y como parte del juego se les enseña su estructura, cómo cargar y recargar, y todo tipo de trucos y destrezas militares. Entonces el niño va creciendo con una mentalidad violenta y asesina. Y cuando alcanza la mayoría de edad ya está preparado para poner en práctica lo que aprendió mediante películas, el Internet o juegos electrónicos”, asevera la profesional que a lo largo de 20 años ha tratado con conflictos familiares cuyo origen de violencia tuvo que ver, en varias ocasiones, con esta precoz alimentación del deseo por matar a otro.
El tema del control de armas también entra en discusión, y es una de las razones por las cuales el enfrentamiento entre demócratas y republicanos se torna cada vez más áspero. ¿Qué medidas debieran tomarse al respecto? ¿Hasta dónde la segunda enmienda de los Estados Unidos protege a los ciudadanos y desde dónde comienza a ser un peligro para los mismos? Todavía resuena con fuerza la rueda de prensa del entrenador de la NBA Steve Kerr, cuando prácticamente hizo una denuncia pública hacia un puñado de congresistas norteamericanos que no quieren debatir el tema del pedido de antecedentes para el permiso de portación de armas, sólo por no arriesgar la cuota de poder que tienen, en vez de “hacer lo correcto” (ver video).
Guillermo Pacheco Gaitán, especialista en cuestiones relacionadas con la Defensa, aportó datos que hacen más entendible este fenómeno. No tiene desperdicio y lo destacamos a continuación.
Masacre en Texas, cuando la realidad aterra más que la ficción.
“El saber de un niño que asesina a otros niños, a maestros y a su abuelita es algo que pensaríamos que solo podría suceder en una película, pero en Uvalde, Texas, lo están viviendo en carne propia, como ha sucedido en otros puntos de los Estados Unidos.
Joe Biden cuestionaba el por qué estos tiroteos solo ocurren en el país del cual es presidente, y aquí hay unos datos importantes.
De acuerdo a la Agencia Reguladora de Alcohol, Tabaco y Armas de Fuego (ATF), en promedio, cada ciudadano estadounidense tiene 1.2 armas. Se sabe que el responsable del asesinato de los niños y maestros en la primaria de Uvalde, además de su abuelita, como su propio regalo de cumpleaños se compró dos rifles, y además los disparos los hizo con una pistola y un rifle de asalto que ya tenía en casa.
La facilidad con la que se puede producir, vender, comprar y portar un arma en los Estados Unidos es enorme, y por lo visto, esto influye también para que sea “fácil” dispararlas contra cualquiera. Un informe de la ATF señala que del año 2000 a la fecha, se ha triplicado la producción de armas, sobre todo de pistolas tipo Glock, que son muy requeridas para defensa personal.
Si quieres vender armas en los Estados Unidos, dependiendo de la licencia te puede costar de 30 a 3.000 dólares y debes renovarla cada 3 años. Si quieres una licencia para portar armas, debes tener 18 años, no tener antecedentes por crímenes violentos y ser ciudadano estadounidense, y esto solo te costará 30 dólares. Obviamente, sabemos que también hay un intenso mercado negro en el que cualquiera puede acceder a un arma de fuego.
La empresa consultora IBISworld señala que la industria de las armas en los Estados Unidos está valorada actualmente en casi 20 billones de dólares, pero esto es solo lo que se pude considerar como legal, porque el mercado de pistolas, rifles, municiones y demás en ese país, es la más grande y también la que menos regulaciones tiene en el mundo.
Otro problema es la venta en línea, en la que se puede adquirir una pistola, un rifle de asalto, balas, equipo y más, incluso por personas que no tienen una licencia y les llega hasta a su casa. Toda la transacción se hace entre el vendedor y el comprador, sin que las autoridades intervengan en el proceso.
A todo esto, debemos agregarle los problemas de depresión, ansiedad, abandono, drogas y otras adicciones, que al final son las que hacen que alguien jale el gatillo para asesinar a otras personas y que tampoco, como sociedad, hemos sabido atender”.
El rol de la política y los medios de comunicación también tienen parte en este asunto. El morbo está a la orden del día y las coberturas de los noticiarios terminan siendo una suerte de reality que captura la atención de millones de televidentes en vilo. Por otra parte, el oportunismo político también se deja ver son sus miserables maniobras. Tal como lo describe Nilsa Alvarez, coordinadora de la División Hispana del ministerio Faith & Freedom, cuando expresa que “una de las mayores tristezas de los padres de las víctimas de otros tiroteos que se produjeron en escuelas fue ver que los medios y las fuerzas políticas tomaban la pérdida de sus seres queridos y las convertían en armas de argumentos, lo cual hacía que el dolor de estas familias fuera aún más grande. ¡Qué difícil es para un padre o una madre ver que se utiliza la vida de sus hijos asesinados como argumento político para sacar rédito!”
¿Cómo prevenir algo así? Es difícil estar en la mente de todos para saber si está tramando una masacre, pero es evidente que cada vez que se ahonda en las razones por las cuales un joven o un adolescente realiza un acto de esta magnitud, nos terminamos dando cuenta que se podía haber evitado. ¿Cómo hacerlo? ¿Qué entidades debieran intervenir en algún tipo de prevención? ¿Qué valores están faltando en la enseñanza escolar? ¿Qué rol juega la iglesia y las instituciones? Celina Ortega es profesora universitaria y Licenciada en Ciencias de la Educación, y en un sentido posteo en sus redes sociales, dejó entrever parte del problema: “Si no tenemos un mensaje claro, contundente y fundado en valores, no estamos entendiendo nada y solo seremos adultos suaves que no sabemos ocupar nuestro rol, porque ante esta ‘generación de cristal’, somos cuidadosos al extremo de no ofender, no herir, no demandar, no discutir, no contradecir, porque los límites son malos, porque el poder no existe, porque todo ‘se construye’. Esto de educar en la anomia y en la falsa premisa de que ‘los valores los construye cada uno’, ‘todo está bien si eres feliz o si te da paz’, etc., no solo no está dando los resultados que se idealizaron al pensar ese estilo de ‘no intervención’, sino que está produciendo chicos y adolescentes sin rumbo, sin contención, sin mirada adulta que los cuide, los instruya, les enseñe y los ame, de verdad”.
Nilsa Alvarez agrega algo que complementa lo dicho por Ortega, al respecto que vivimos una cultura donde “se avala y se aplaude el desorden, el caos y los trastornos mentales. Hay enseñanzas en las aulas que están provocando aún más confusión en la identidad de los hijos, promoviendo que desde temprana edad comiencen a depender de sustancias para poder vivir una identidad que no es la de ellos. La cultura es lo que está permitiendo que las tragedias se conviertan en algo más frecuente”.
Viene a colación un antecedente fresco, que derivó en un libro de Andrew Pollack, padre de una adolescente asesinada en 2018 en la masacre escolar del Stoneman Douglas High School, de Dallas. Pollack escribió “Why Meadow Died?” (¿Por qué murió Meadow?), en el que detalla las políticas liberales en el sistema público escolar, que minimiza las interacciones que ha habido con jóvenes de las escuelas públicas donde no se reportan los crímenes que éstos han cometido. Entonces, los padres desconocen quiénes son los que se sientan en el aula junto a sus hijos; de ser así, los cambiarían de escuela y se caería el sustento que los padres le dan.
La Lic. Ortega cierra su comentario de manera terminante: “¿Quién nos hizo creer que no educar era lo mejor? ¿De dónde salió la idea de que los niños se ‘construyen’ solos y los adultos debemos ‘deconstruirnos’? ¿No será que nosotros, como adultos, también somos perezosos y cobardes para ponernos los pantalones largos y arriesgar, aún con errores, en la guía de nuestros hijos? ¿De verdad no tenemos nada para enseñar?”
Informe: Damián Sileo.
Colaboraron en esta producción: Lis Milland, profesora universitaria, conferencista y comunicadora social, con Doctorado en Consejería y una Maestría en Trabajo Social (Puerto Rico); Celina Ortega, docente universitaria y Licenciada en Ciencias de la Educación (Argentina); Guillermo Pacheco Gaitán, analista en temas de Defensa (USA); Esteban Lanzani, consultor en nuevas tecnologías y creador de CiberIntegridad, un programa de prevención de abusos a través de las redes sociales (Argentina) y Nilsa Alvarez, coordinadora de la División Hispana del ministerio Faith & Freedom, Georgia, (USA).