Mi esposo y yo trabajamos ayudando a parejas a mejorar su comunicación y a tener matrimonios fuertes. Muchas veces encontramos en nuestros talleres personas que desean que su pareja haga cambios, pero ellos no están dispuestos a hacer los cambios necesarios. Esto me lleva a pensar que el problema surge desde la soltería.
Vamos por la vida buscando encontrar a una pareja idónea. A una persona que tenga todo lo que nosotros queremos y anhelamos. Pero muchas veces no dedicamos tiempo a convertirnos en esa persona idónea. En mi libro “Mi tabla de salvación” hay un capítulo que se llama “Consejos de mamá”. Y se da una conversación entre madre e hija en donde la mamá le dice una verdad muy fuerte pero muy necesaria de escuchar. Ella le dice a su hija: “Te has pasado la vida buscando a ese hombre ideal, y no has dedicado un céntimo de tu tiempo a convertirte en esa mujer virtuosa que merece ese hombre ideal”. Cuánta verdad encierran estas palabras.
“Hijo mío, escucha las correcciones de tu padre y no abandones las enseñanzas de tu madre. Adornarán tu cabeza como una diadema; adornarán tu cuello como un collar.”
Proverbios 1:8-9.
Y es que en ocasiones anhelamos tener lo que no deseamos dar. Llegamos al matrimonio con esta misma actitud, deseando que sea el otro el que cambie.
Debemos entender que nosotros no tenemos el poder para cambiar a nadie. Sólo el Espíritu Santo de Dios puede convencer de pecado al hombre y llevarlo a una transformación. Lo que nosotros sí podemos hacer es pedirle al Espíritu Santo que nos transforme a nosotros. Que nos ayude a identificar esas áreas en las que posiblemente estamos siendo testarudos y no nos hemos dejado moldear.
Repetimos viejos patrones, excusamos nuestras acciones y nos victimizamos. Si logramos ser capaces de asumir responsabilidad sobre nuestros actos podemos lograr grandes cosas. Hay tres consejos que damos a los matrimonios en nuestras charlas y quiero compartir contigo:
1- Identifica esos viejos patrones de conducta que quizás estas copiando de tus padres, de lo que viste o viviste. Debes ser capaz de identificar esas qué cosas que debes desechar y estar preparado para incorporar nuevas costumbres en tu matrimonio. Piensa, ¿qué nuevo hábito quiero implementar en mi matrimonio? Ejemplo: Mi madre siempre era crítica hacia mi papá. Sin embargo, yo decido decirle todos los días, algo positivo a mi pareja, algo que aprecio de él, y refrenaré mi lengua de la crítica. Estoy cortando un patrón aprendido en la niñez e incorporando otro aprendido en la vida adulta. “Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, juzgaba como niño; más cuando ya fui hombre, dejé lo que era de niño.” (1 Corintios 13:11).
2- No más excusas. Muchas veces excusamos nuestras acciones explicando las razones por las cuales somos así, evitando de esta manera hacer cambios. A veces hemos pedido tantas veces disculpas que se nos acaban las excusas. Si ya sabemos que cierto comportamiento hiere, ofende o irrita a nuestra pareja, vamos a dejar las excusas y trabajemos en pequeños cambios. ¿Qué tal si le pides a tu pareja que te diga esas acciones que no resisten más excusas? ¿Qué hay en mí que tú crees que yo deba mejorar? Por ejemplo: Tengo mal carácter después del trabajo, mi excusa es que tengo mucho stress en la oficina. Esa es la excusa, pero ¿cuál va a ser la solución? Quizás pide a tu pareja 30 minutos de descanso después del trabajo para no descargar con ella esa irritabilidad. Puede ser jugando con el perro por 30 minutos, una siesta, o hasta 30 minutos de ver alguna comedia, orar o leer la Palabra. Cuando hay peleas constantes sobre un mismo tema es tiempo de dejar las excusas y trabajar hacia una solución.
3- No a la victimización. Somos dos y siempre la responsabilidad está dividida entre ambos. No necesariamente en partes iguales, pero siempre hay algo que puedes hacer para ser victorioso en tu matrimonio y no víctima. Busca entender a tu pareja y expresa esas cosas que no te gustan desde el amor y no desde la penuria propia. Recuerda que dijimos estar juntos hasta que la muerte nos separe. Entonces debemos ser valientes para confrontar las adversidades y que sea nuestra pareja la que sepa lo que nos preocupa antes que nuestras amistades, familiares o hasta las redes sociales. Si no te gusta el trato que tu pareja te está dando, en lugar de ir a decirles a todos cuán brusco es tu esposo al decir las cosas, díselo a él. Busca un momento a solas, siéntate tomándolo de sus manos y viéndole a los ojos con cariño dile: “Mi amor, te amo y quiero que tengamos una linda relación, pero a veces me dices las cosas de una forma que yo la siento brusca. ¿Puedes, por favor, ser más dulce con tus palabras y conservar un tono de voz calmado cuando me hablas?”
Busquemos crecer juntos y comunicarnos asertivamente en lugar de correr a una posición de víctima precipitadamente. No digo que sea fácil, pero es nuestro trabajo esforzarnos por lograr una buena relación.
La mayoría de las parejas no saben “cómo” estar casados. Por eso en nuestros talleres ayudamos a las parejas a descubrir mejores formas de satisfacer las necesidades del otro, comunicarse, resolver conflictos, expresar enojo, evitar peleas sucias y comprender cómo sus estilos de personalidad afectan las relaciones para bien o para mal. Lo hacemos de una forma divertida, práctica y fácil de aprender, y apropiado para parejas de cualquier edad o etapa. Combinamos los principios cristianos con las últimas investigaciones para proporcionar habilidades específicas, prácticas y alcanzables para un matrimonio exitoso.
Te recomiendo que inviertas en tu matrimonio. Lee libros de ayuda y asiste a talleres de matrimonios. No es fácil conservar una relación, pero es posible con la ayuda de Dios y recursos que El permite que existan para darnos una mano. Ya lo dijo el apóstol Pablo en 1ra de Corintios 7:28: “los que se casen tendrán problemas”.
En Facebook mi esposo y yo tenemos una página y ahí compartimos consejos y videos para parejas. Búscanos en @stephen&elsa