Jesús les dijo a sus discípulos en una ocasión: “Oyeron que fue dicho ‘no matarás’, porque cualquiera que matare será culpable de juicio. Bueno, yo les digo que si se enojan con su hermano, van a ser culpables de juicio”. Y Jesús no se quedó ahí nomás sino que profundizó diciendo que aun calificando de “necio” al hermano, nos considera culpables.
Es doloroso ver cómo a través de las redes sociales denigramos con tal impunidad al prójimo sin medir consecuencias, sin pensar en las heridas que nuestras palabras pueden ocasionar.
Últimamente, pensar distinto se convirtió en una de las razones por la cual utilizamos todo tipo de improperios para descalificar al otro. Y las redes sociales se convirtieron en la plataforma para exponer, ridiculizar, insultar y rebajar a quien “no es o no piensa como uno”.
¿Seremos conscientes de cuán alto levantó la vara Jesús a partir de la comodidad que proponía la ley, que solo se limitaba a castigar a quien quitaba la vida del otro sin una justificación? ¿Entenderemos que no podemos estar a cuentas con Dios si estamos en falta con el prójimo? Cómo será la importancia que Jesús le da a la relación entre las personas que recomienda que no ofrendemos y ni siquiera practiquemos ningún ritual religioso sin antes estar reconciliados con nuestro hermano.
Probablemente aquella difamación o agravio escrito públicamente en las redes sociales contra alguna persona, ya no tenga vuelta atrás. El daño está hecho y ni siquiera una disculpa pública lo solucione. Pero nunca es tarde para pedir perdón, para mostrar arrepentimiento por el mal ocasionado con las palabras, para desandar ese camino de intolerancia que nos ha hecho pisar el palito y pecar contra nuestro hermano solo porque piensa distinto que uno. Nunca es tarde para eso.
Reconciliémonos con nuestro hermano. Reconciliémonos con Dios…