Nos cuesta a los cristianos pronunciar la palabra “muerte” cuando se va un hijo de Dios, porque sabemos que, es solo cuestión de tiempo para que nos volvamos a reencontrar con aquél ser querido que nos dejara momentáneamente en la tierra. Y más aún sucede esto cuando quien parte, deja imborrables recuerdos que extenderán su estadía en la memoria de quienes fueron afectados por su persona.
Es el caso del reconocido músico argentino José Alvarez, de quien sería casi imposible hacer un racconto musical en unas pocas líneas dada la prolífica trayectoria del querido folklorista cristiano desde los años 60/70 a esta parte.
Sin necesidad de realizar una exhaustiva investigación, no caería en ninguna exageración si dijera que un centenar de trabajos discográficos tienen su nombre impreso en alguna parte, entre grabaciones propias y aquellas donde fue invitado a participar. Y ese solo hecho amerita sacarse el sombre cuando se lo nombra a Don José, aquél que no solo hizo un surco en el ambiente musical cristiano de los últimos 50 años, sino que también supo dejar un legado a una descendencia que siguió su camino.
El apellido Alvarez está escrito con tinta indeleble en una de las bandas más queridas del rock argentino: Puerto Seguro. Daniel, Elías y Marcos, han sabido pasar por el grupo, para luego dar rienda suelta a sus improntas personales y desarrollar sus propios proyectos. Y también es de destacar la carrera de Déborah, hoy residente en España, donde le dio continuidad a una más que respetable trayectoria como solista pop.
Don José Alvarez, seguramente, se fue feliz a encontrarse con el Padre, sabiendo que dejó como un gran legado el ver en sus últimos días que toda su descendencia siguió sus pasos sirviendo a Dios con lo que tanto les apasiona: la música.