Los suplementos ya no son el pequeño mercado que solía ser. Según la Oficina de Suplementos Nutricionales del Instituto Nacional de Salud de los Estados Unidos, las ventas de suplementos totalizaron u$s 36,7 mil millones en el año 2014, de los cuales u$s 14,3 mil millones son por concepto de suplementos de vitaminas y minerales. No obstante, los casos de enfermedades crónicas siguen aumentando. Por ejemplo, en el año 2011, las enfermedades cardíacas coronarias, las embolias y otras enfermedades cardiovasculares fueron la causa de una de cada tres muertes en los Estados Unidos, además de los 85,6 millones de estadounidenses que viven con enfermedades cardiovasculares o las secuelas de una embolia. En el período 2009–2011, los hombres estadounidenses tenían un riesgo ligeramente inferior a uno de cada dos de padecer cáncer en algún momento de su vida (es decir, la probabilidad de desarrollar cáncer o morir de cáncer); en las mujeres, el riesgo era un poco más de una de cada tres. Aparentemente, los suplementos no están ayudando como deberían. ¿Por qué? Hay algunas razones importantes.
Hay una gran confusión entre los consumidores con relación a las cantidades que se necesitan de ciertos nutrientes. Algunos científicos dicen que el cuerpo humano necesita cuarenta nutrientes esenciales; otros dicen que cincuenta. La lista de nutrientes esenciales cambia aproximadamente cada década, razón por la cual creo que debemos tener una visión conservadora de los suplementos. Los científicos bien informados no se ponen de acuerdo sobre los beneficios que ciertos fitonutrientes, antioxidantes, vitaminas, etc., aportan a la salud. Algunos los consideran los pilares de la buena salud; otros creen que son elementos secundarios. La lista de controversias es extensa.
Los expertos en salud tampoco ayudan creando una complicada lista de ingestas recomendadas: ingesta diaria recomendada (IDR), cantidad diaria recomendada (CDR), valores diarios (VD), valores diarios de referencia (VDR), ingesta adecuada (IA) e ingesta máxima tolerable (IMT). Poca gente sabe lo que estos valores significan, cómo se comparan unos con otros o cómo se miden. No obstante, muchos aún confían en los porcentajes que leen en las etiquetas, pensando que dichos porcentajes representan cantidades saludables. Pero la verdad es que estas cantidades recomendadas no nos dicen qué cantidades necesitamos para estar saludables, sino solo la cantidad que necesitamos para evitar las enfermedades más graves causadas por deficiencia de vitaminas, como el raquitismo (causado por la falta de vitamina D), el beriberi (falta de vitamina B1), o el escorbuto (falta de vitamina C). Si ingerimos diariamente el 100 por ciento de la IDR de cada nutriente, evitaremos estas enfermedades, pero eso no significa necesariamente que estaremos saludables. Tendremos, como mucho, una salud aceptable y estaremos expuestos a los estragos de enfermedades degenerativas como el cáncer, y las enfermedades cardíacas. Las ingestas diarias recomendadas a menudo están muy por debajo de los valores que se requieren para tener una salud óptima.
Es importante que los consumidores entiendan que las recomendaciones van cambiando a medida que los conocimientos sobre nutrición avanzan. Tal vez esos nutrientes que hoy consideramos prescindibles, sean considerados esenciales el día de mañana. Las IDR y las CDR son guías útiles, pero no perfectas. Cada persona tiene la obligación de aprender, leyendo libros como este, investigando y haciéndose responsable de su salud.
Ahora que los suplementos nutricionales se han convertido en un gran negocio, muchas compañías farmacéuticas se han sumado a esta iniciativa y han comenzado a fabricar multivitamínicos, grasas, omega-3 (cápsulas de aceite de pescado) y muchos otros productos que se venden en enormes cantidades en supermercados y tiendas de descuento.
Pero muchas compañías se preocupan más por sus ganancias que por nuestra salud y escogen la opción más económica, en lugar de la más saludable. La evidencia está en las propias cápsulas.
La mayoría de los suplementos que se producen en masa contienen nutrientes sintéticos de mala calidad, que no son en lo absoluto tan saludables como los nutrientes naturales y pueden, de hecho, ser perjudiciales. Estas vitaminas sintéticas y suplementos minerales se fabrican a partir de sales minerales, que son mal absorbidas por el organismo y que por lo tanto son mucho menos efectivas, pero muy baratas. Parece que los fabricantes creen que pueden sistematizar, procesar y fabricar las vitaminas de la misma forma en que fabrican los medicamentos recetados (el cual, por cierto, no es un proceso natural). El resultado son suplementos de calidad inferior y a menudo excipientes (rellenos) tóxicos que no esperábamos que estuvieran incluidos en las tabletas que ingerimos a diario. Algunas grandes compañías farmacéuticas incluso utilizan ingredientes, como el tóxico aceite de soya parcialmente hidrogenado, como relleno de las cápsulas blandas de aceite de pescado, de vitamina E, etc. También agregan colores artificiales, que pueden ser extraídos del alquitrán de hulla y lo agregan en sus tabletas y cápsulas. Uno de mis amigos llama a estos ingredientes “los acompañantes tóxicos”.
Más del 7 % de la población de los Estados Unidos sufre intolerancia a estos químicos, por lo que en estos casos el suplemento tiene un efecto dual, generando efectos secundarios y suministrando vitaminas y minerales de calidad inferior. Cuanto más grande es la tableta, normalmente más aglutinantes y rellenos contiene.
Uno de los ingredientes más perjudiciales se encuentra en los suplementos de aceite de pescado. A petición mía, muchos de mis pacientes traen sus cápsulas de aceite de pescado a mi consulta. Les abro un agujero con un alfiler, les pongo una gota en la punta del dedo y les pido que la prueben. Normalmente hacen una mueca y dicen: “¿Por qué me hizo probar eso? Sabe horrible”. ¡Pero siguen tomando esas cápsulas diariamente, sin pensar en lo que hay en su interior!
Los suplementos de aceites de pescado y omega-3 pueden ser beneficiosos, pero muchas veces están rancios. Pruébelos y compruébelo usted mismo. Las grasas se oxidan rápidamente y se vuelven tóxicas, causándole aún más daño por radicales libres a nuestro cuerpo. Hacen más mal que bien. Algunos aceites de pescado ni siquiera tiene olor o sabor rancio, pero igualmente contienen altos niveles de peróxidos lipídicos.
El aceite de pescado en general es un producto inestable. El ambiente, incluyendo el oxígeno y la luz, comienzan a oxidar y enranciar el aceite de pesado desde el mismo instante en que se extrae del pez. El aceite de pescado en esta última etapa de oxidación puede presentar un olor rancio o extraño. En las etapas previas de oxidación, la mayoría de los productos de aceite de pescado no tienen olor, pero pueden ser igualmente perjudiciales. Y eso no es todo: a algunos aceites de pescado no se le realizan pruebas de PBC, mercurio u otras toxinas que pueden ingresar al cuerpo a través de los suplementos.
Algunas compañías añaden vitamina E y aceite de limón, que evitan que el aceite de pescado se enrancie. ¡Pero esté atento a lo que ingiere! Aunque los aceites de pescado son muy saludables, si toma los incorrectos, puede provocar inflamaciones y traer toxinas a su cuerpo.
Si usted ha estado tomando suplementos ciegamente por recomendaciones de su vecino o por algo que oyó en la radio, es hora de indagar más y descubrir qué hay en ese montón de pastillas que consume diariamente.
Los suplementos nunca deben tomarse al azar, sino luego de mucha investigación, y solamente aquellos productos pensados y diseñados para sus necesidades y problemas específicos. De otra manera, podría estar ingiriendo cosas que nunca se imaginó.
Tomado del libro “La guía para las vitaminas y suplementos”, por Dr. Don Colbert. Publicado por Casa Creación. Usado con permiso.